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" toman como simples criad as, reservándose el derecho
" de ultrajad as d e mil modos, siendo
á
la vez antropófa–
,, gos. "
H acia el centro del Asia los
mongoles
practicaban la
comunida d de mujeres, por ley. (Herodt. lib. IV.)
Lo hijos d e Ismael en el desierto, cometían las cruel–
dades más espantosas y el sen. ualis mo más depravado.
En la numerosa tribu de los
koreisft
enterrahan á sus hi–
jas recien nacidas en un a montaña lla mada
Ab~t
D alama.
Era uso que el primogénito se casara con la viu da d e su
padre; y si éste esta ba casado, se elegía uno d e los m e–
nores p :1 ra que lo reemplazara ;
y
en mu chas tribus se ob–
servaba la comunidad de mujeres.
( Hi~t.
gen. d e los ára–
bes tít.
IV.
c. 7.)
Los
tártaros
ejercían la poligam ia
y
las
m.ujeres eran
arrojadas á la hoguerra con el ma ri do; en la antigua mo–
na rquía
china
sucedía lo mismo. ( O u H a! de la C hina. )
Por último los
partos
que disputa ron á los romanos el
domini o del mundo, olvidados de las leyes de la natura–
leza
y
de la fa milia, victima ban á la esposa, al he rmano
sin hijos,
á
la hermana no casada
y
á los propios hij us,
sin qu e estos homicidios fu eran reputados com o críme–
nes; y sólo se casti gaba e ntre ellos al asesin o del extran–
jero. (BardEosan . a pud. Euseb. lib. IV. c.
1
o.)
E ntremos ya en la G recia, cuna de los sabios y de los
filósofos, em porio de las
cien ci<~s
y
de las artes, con su
famoso P arte nón, su valerosa E ·pa rta y su il ustrada Ate–
nas. N o obstante las alaban zas prodigadas por los
hele–
nistas modernos
á la civi lización material de esas repúbli–
cas, vem os con dolorosa impresión que el
despotismo san–
rszáua?'iO
y el más refin ado
seumalismo
m inaro n también
allí los fu eros de la fa milia .
En
L acedomonia,
la república de
L l'cttrgo,
dominaba la
esclavitud de la mujer
y
de los hijos; toda su legislación
conspiraba á dar ciudada no vigorosos al Estado; las mu–
jeres estaba n obligadas á ejercitarse en la carrera, en la
lucha, en arroja r barras y dardos para que se criaran
fu ertes, y cuando concibieran dieran hijos robustos.
E l matrimonio era obligatorio por ley;
á
los célibes se
les tachaba de infames y las autoridades les hacían dar
vueltas al derredor de la plaza, desnudos en el rigor del
invierno, haciéndoles que cantaran una canción den igra-