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gritos de las desgraciadas víctimas eran ahogados por el
ruído del tambor
y
otros instrumentos músicos.
Entre los
sirios,
otro de los pueblos de Asia, en una
montaña de la ciudad de
H ie1'á}olis
se elevaba un tem–
plo consagrado
á
Juno,
y
en las solemnes fi estas, los pro–
pios padres lanzaban
á
sus hijos desde la cúspide de la
montaña, envueltos en una especie de sacos,
cuya·
horro–
roso espectáculo venían
á
presenciar innumerables gen–
tes del imperio (Seld.
2.)
Losjent"cios,
no sólo ofrecían
á
Adonis
víctimas huma–
nas, sino que también la prostitución era obligatoria por
las leyes, en honor del infam e ídolo. (Lucían. de dea Syr.)"
En-los pueblos
armmios
las vírgenes nobles eran con–
sagradas á la diosa
Anaitis,
en cuyo templo se entrega–
ban á la infamia por mucho tiempo,
y
sólo así se les per–
mitía casarse (Entraban lib. XI.)
y
según Herodoto (ib.
1.
§-99·)
lo mismo se practicaba en Lidia
y
Babilonia.
En la
Tracia,
la muj ter no podía tomar marido hasta
haber muerto un enemigo con sus propias manos. ( !den.
lib. IV. c. 75-)
·
En
Babtlonia
y
Espada,
en donde era el matrimonio
obligatorio por ley. las mujeres eran propiedad del esta–
do
y
se las vendía en pública ;-;ubasta al mayor postor,
y
con el precio pagado se dotaba á aquellas á quienes la
naturaleza había .negado sus encantos (Iden. lib. I. c.
1
g6.)
Hasta la religión misma las condenaba, una vez en la vi–
da,
á
la más infame abominación que puede imaginarse,
y
exigía diariamente el sacrificio de los hijos. (Se!den
ele diis Syr. Sy ntagm. II.)
La corrupción había afemin:1do
á
los
medos,
ele tal suer–
te, que una ley obligaba á los hombres
á
mantener por
lo menos siete mujeres; y éstas, cuando tenían menos de
cinco maridos eran miradas con desprecio (Estrab. lib.
XI.) Los
persas
los dominaron
y
contaminados por su
ejemplo, al fin perdieron sus buenas costumbres
y
el res–
peto con que miraban la unión doméstica y pronto el
sensualismo
y
la poligamia los enervaron de tal modo,
que Alejandro los venció fácilmente
y
los redujo
á
servi–
dumbre. (Iden. lib. XV.)
En el pueblo de
Giro,
no sólo á los magos se les con–
cedió el privilegio escandaloso de casarse con sus propias
madres é hijas, sino que esta incestuosa costumbre, ludí -