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139-

gritos de las desgraciadas víctimas eran ahogados por el

ruído del tambor

y

otros instrumentos músicos.

Entre los

sirios,

otro de los pueblos de Asia, en una

montaña de la ciudad de

H ie1'á}olis

se elevaba un tem–

plo consagrado

á

Juno,

y

en las solemnes fi estas, los pro–

pios padres lanzaban

á

sus hijos desde la cúspide de la

montaña, envueltos en una especie de sacos,

cuya·

horro–

roso espectáculo venían

á

presenciar innumerables gen–

tes del imperio (Seld.

2.)

Losjent"cios,

no sólo ofrecían

á

Adonis

víctimas huma–

nas, sino que también la prostitución era obligatoria por

las leyes, en honor del infam e ídolo. (Lucían. de dea Syr.)"

En-los pueblos

armmios

las vírgenes nobles eran con–

sagradas á la diosa

Anaitis,

en cuyo templo se entrega–

ban á la infamia por mucho tiempo,

y

sólo así se les per–

mitía casarse (Entraban lib. XI.)

y

según Herodoto (ib.

1.

§-99·)

lo mismo se practicaba en Lidia

y

Babilonia.

En la

Tracia,

la muj ter no podía tomar marido hasta

haber muerto un enemigo con sus propias manos. ( !den.

lib. IV. c. 75-)

·

En

Babtlonia

y

Espada,

en donde era el matrimonio

obligatorio por ley. las mujeres eran propiedad del esta–

do

y

se las vendía en pública ;-;ubasta al mayor postor,

y

con el precio pagado se dotaba á aquellas á quienes la

naturaleza había .negado sus encantos (Iden. lib. I. c.

1

g6.)

Hasta la religión misma las condenaba, una vez en la vi–

da,

á

la más infame abominación que puede imaginarse,

y

exigía diariamente el sacrificio de los hijos. (Se!den

ele diis Syr. Sy ntagm. II.)

La corrupción había afemin:1do

á

los

medos,

ele tal suer–

te, que una ley obligaba á los hombres

á

mantener por

lo menos siete mujeres; y éstas, cuando tenían menos de

cinco maridos eran miradas con desprecio (Estrab. lib.

XI.) Los

persas

los dominaron

y

contaminados por su

ejemplo, al fin perdieron sus buenas costumbres

y

el res–

peto con que miraban la unión doméstica y pronto el

sensualismo

y

la poligamia los enervaron de tal modo,

que Alejandro los venció fácilmente

y

los redujo

á

servi–

dumbre. (Iden. lib. XV.)

En el pueblo de

Giro,

no sólo á los magos se les con–

cedió el privilegio escandaloso de casarse con sus propias

madres é hijas, sino que esta incestuosa costumbre, ludí -