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des de los hombres, que inspirándose en los dictados de
una filosofía caprichosa, han querido endiosar
á
la razón
é
imponer las más desautorizadas doctrinas, llegando
con ensoberbecido espíritu hasta declarar g uerra cruel
á
la Iglesia
y
arrebatarle su magisterio.
Los heresiarcas, pretendiendo alterar la esencia de los
dogmas, trastornar la moral ó la disciplina: Calvino
y
Lutero, invocando el libre examen, negando artícu los de
la fe y desconociendo la Su¡Jrema autoridad del Vicario
de Cristo,
y
hoy, aún en naciones católicas, llegando en
la lucha por la libertad del mal, hasta desconocer las pre–
rrqgativas de la Ig-lesia en materias que le corresponden
son elocuente comprobación de lo que llevamos afirmado.
Se niega ó menosprecia la divinidad del matrimonio
cristiano, se abre de prtr en par las puertas
á
la propa–
ganda del error, por medio de la libertad absoluta para
todos los cultos y para todas las doctrinas, desautorizán–
dose por el contrario la enseñanza de las verdades cató–
licas;
y
desconocidos muchos de los derechos de la Igle–
sia, apenas si se escuchan sus severas protestas contra
tamaños males
y
tamañas injusticias.
o me permite, señores, el plan que me he trazado.
poneros de rr:anifiesto, cuáles son los desenvolvimientos
de la Iglesia Universal, por medio de los que ha prodi–
gado beneficios al mundo, ni cuáles los derechos que le
corresponden como á sociedad perfecta, universal é in–
dependiente, pues que tan amplias materias me llevarían
demasiado lejos, abusando tal vez de la bondadosa aten–
ción que esta respetable Asamblea presta
á
mis desauto–
rizadas palabras; y así, habiendo
r~cibido
el muy grato
y
honros0 encargo de hablaros sobre el derecho de pro–
piedad de la Iglesia, me concretaré
á
exponeros esta im–
portante materia, pidiéndoos dt-sde luego que excuséis
la deficiencia que, en la exposición y desarrollo de ella
he de incurrir;
y
así os ruego que uséis de benevolencia.
Señores: el derecho de propiedad se funda en la nece–
sidad que tiene el hombre de apropiarse de las cosas ma–
teriales, para satisfacer sus necesidades, y realizar su des–
tino. Todas las cosas de la naturaleza material han esta–
do desde un principio
á
disposición del hombre, y éste
ha tenido obre ellas expedito su derecho de propiedad,
el que se ha exteriorizado cuando ya en el comercio de
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