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TRATA.DOSETllllO
mano una caña, hácensela pe.dazos en la cabeza, escúpenle en la
cara, dánle de bofetadas, y h11ciendo burla de él, le saludan di–
ciendo: Dios te sah'e, Rey de los Judíos. ¿Qué corazon no se quie–
bra· viendo
á
mi Seiiór abofeteado, escupido, maltratado, escarne–
cido y tratado peor que
á
un peno, atormentadas sus carnes virgi–
nales
á
puros azotes, abierta y hanenada su sagrada cabeza con
agudas espinas, y apaleado de gen Le infame? Compadécete alma de
este Señor, que tanto padeció poi· tí; ama
á
quien así te amó, que
te dió todos sus bienes, y tomó sobre si todos tus males ; aborrece
las culpas, que fueron causa de tales ¡ienas.
CAPITULO XI.
PROSIGUE LA IUIS!UA l\IATERIA.
9.
0
A las diez
y
media sacó Pilatos
á
Cristo
á
un corredor,
ó
galería
de
su casa, que llarnaban
Lüostratos,
á
vista del furioso
pueblo, que clamaba rabioso : crucifíquenlo, cmcifíquenlo, y di–
joles: ¡Veis aquí al h11mbre, y qué hombre, y qué ser,
y
qué ma–
jestad de Dios! Desfi gmado ya,
y
como un leproso.
Y
volviendo
otra vez
á
mostrárselo, les dijo: veis aquí vuestro rey; ellos
res~
ponclierón : no tenemos otro rey, sino
á
César. Quiten de ahí ese,
quítenlo de ahí, cru!::ifíqucnlo. Viendo esto Pilatos , manda le no–
tifiquen la sentencia de muerte. Admítela el Señor de · muy buena
gana, para que tú no hagas caso de los mudables juicios
y
parece"
res de los hombres, pues
á
·quien poco antes llamaban y elegían por
su rey, ahora le tlesconocen , para que tú pongas la mira y espe–
ranza en este hombre, y Dios solamente, y la quites de los <lemas;
pai'a que entiendas; c¡ue el c¡ue se ofreció
á
los venlugos para
que
a::;í lo parasen, se ofrece al Eterno Pa11re para que te perdone
á
tí,
por sí; para que veas que padece el justo por
el
peca1lor, el ino–
cente por el culparlo, el Señor por el siervo, el hijo por el esclavo,
el CriaJ or por la
c ri ~: tura.
10.
A las oDce cu ptrnto s::ilió Cristo lrnestro PteLle11tor con la
cruz acuestas, por las call es acosLunihr::idas,
y
plazas públicas, su-