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llE LA OHACIQ¡, MENL\L .

.~71

pues Jircmos),

y

se comienza la medit.acion, que es pornlerar en

el

entendimiento lo que la memoria le propone <lel bien de la virtud,

ó

mal <lcl vicio,

ó

<le algun otro punto Je los qne este libro

conti1~ne rn las verdades qne ensefia, sacando

(y

sin Jiscursos curiosos,

y

sin sutilezas inútiles, que impiden la devocion) varias considrra–

ciones,

é

infiriendo unas verdades de otras, no para Jeleitar

el

e11-

temlimicnto, sino para aficionar la voluntad,

y

mover

el

aíl'clo (y

por falta ele este aviso, <lice santo Tomás, qne los letraJos no sue–

len ser tan aplicados á devocion, como los sencillos),

q11ie11

se

comunica Dios , hasta que queJe conveucido de lo que considera

y

medita;

y

enterado que es .la vida breve, la muerte cierta, la cuen–

ta rigurosa, el juicio estrecho, la pena eterna, que murió Dios por

PI

pecado, qur es moment:íneo su gusto,

y

fin su castigo, que no

liay

hora segura, que es todo vanidad

y

nada, sino :uuar

y

servir

ü

Dios, se va dcsengañanJo el que medita ,

y

sin echarlo tle ver se

halla santo, Jet cual Jice David : Bienaventurado el v:iron r¡ue me-

1lita de tlia

y

de noche en Ja ley del Seiíor, que ese tal sera co1110

:írbol plantado junto

á

la corriente de las aguas,

<JU

e dar:i 11111ch;1

fruto á su tiempo. Y qué fruto es este, sino el que Jice san

J~er­

ua~·do

, de la consiJeracion , que rige los afectos , endereza las ac–

ciones, corrige las demasías , compone las costumbres, adorna la

vida, Ja noticia Je las cosas Jivinas

y

humanas, aclara lo conl'uso,

j1111ta lo derramaJo, escudriiia lo secreto, inq11ierc la vcrtlacJ, exa–

r11ina lo verosirnil, saca á luz lo fi11gi1lo y rnc11tiroso, onlcna lo <]lle

1:sl<1

por vr11ir, y revuelve lo pasado, para que 110 quede 11ada si11

Ja

tleLitla corrrccion. To1lns las virt.mlrs morales están ent.rc si

rn1icJas; porque el pn11cipio Je ellas es la consideracion;

y

pu1·

fall.iJ

<le ellas está perdido el

mundo~

asolaJa

y

tlcstrnitla toda la

ti~

e11

ro

espiritual, porque no hay quien se pare

co11siclcrar eón

aLrncion las cosas de Dios;

y

así vemos

ú

11111clll)s enteros 'en la

fe

y

rotos c11 las costurnhrr.s, por no consiclcrar !o que p11erle mover

:i

1111estra voluntad

á

aho1Tece1· el pecac1o,

temer

y

amar

ü

Dios,

ú

clejar los ''icios,

il

buscar las virtmles,

y

consPgnir la reforma–

ciou Je nuestra vida

y

costumbre; porque si estas cosas no se con–

sideran, no aprovechan, que so11 como el manpr, <¡ue si no so