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que los distribuyesen; y fué tal la abundancia,

que despues de haber comido cinco mil perso–

nas, sin contar las mugeres ni los niños, con

los restos de los cinco p3nes y de los dos peces

se llenaron doce sestos.

De,c;pues que el pueblo se retiró, Jesus mandó

á

sus discípulos que se embarcasen en el lago ;

y él permaneci ó, orando sobre una montaña.

Por la ma ña na los discípulos, que habian est3do

luchando toda la noche con un fuerte viento,

vieron á un hombre que andando sobre las

aguas se dirijia á ellos ; y llenos de es pnnto

dieron grandes gritos. Pero .Jesus les dijo: Te–

ned confianza, yo soy.» Entónces Pedro le res–

pondi ó : «Señor, si tú eres, manda que yo

vaya á ti andando sobre las aguas.

Jesus le

dijo: «Ven,» Pedro salió del barco y caminó

sobre las aguas; pero tnvo miedo y viendo que

principiaba á hundirse exclamó : «Señor, sal–

vame. )) Jesu_s, tendiendo la mano lo sostuvo y

Je dijo : «Homb re de poca fé, ¿por qué has du–

dado ?» Entraron Jos dos en el barco ; y al

punto cesó el viento.

Un gran número de los que habían presenciado

la multipli cacion de los panes y peces vinieron

á

encontrará Jesus áCa pharnaun;

y

él les dijo:

«

Me buscais porque os he alimentado ; buscad

un alimento que no perezca. Yo soy el pan de

la vida ; el que viene á mí no tendrá hambre;

el que crea en mi jamás tendrá sed. El pan que

yo le daré es mi carne para la vida del mundo :

y si alguno se alimentase de él vivirá eterna–

mente.» Estas palabras escandalizaron al pueblo