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y

muchos de los discípulos le abandonaron.

Un día que Jesus se dirijia con sus discípulos

á Cesareá, les preguntó la opinion que el pue–

blo tenia de él. Ellos le conlestaron :

<

unos

creen que eres Elias; otros que Juan Bautista,

y

muchos, que Jeremías ó alguno de los anti–

guos profetas.

»

oc

Y vosolros ¿quién pensais

que soy?» les preguntó Jesus . Pedro contesló :

«Tú eres el Cristo, el hijo de Dios.

»

Entónces

Jesus le dijo: «Tú eres feliz, Simon, porque

ni la curne ni la sangre le lo h::i revelado, sino

mi Padre que está en los Cielos. Y yo te digo,

que tú eres

Pedro,

y

sobre esta

piedra

edifi–

caré mi Iglesia

y

no prevalecerán contra ella

las puerlas del infierno. Yo te daré las llaves

del reino de los Cielos ; lo que tú ligá1·es sobre

la tierra será ligado en el Cic lo

y

lo que desa–

tares sobre la tierra será igua lmen te desalado en

el Cielo.» En seguida les anunció las afrentas

y

los padecimientos que iba á sufrir en Jeru–

salem

y

afiadió: «S i alguno quiere venir con–

migo, renuncie á sí mismo, tome su cruz

y

sígame.

»

Pocos días despues , Jesus acompañado de

Pedro, Santiago y Juan subió al monte Tabor;

mientras oraba notaron los tres rliscipulos que

su rostro se había puesto resplandeciente como

el Sol y sus vestidos blancos como la nieve ;

y

que Moises y Elias le acompañaban

y

le habla–

ban sobre su pasion. Entónces Pedro le dijo:

«

Maestro, es bueno que nos estemos aqui ;

harémos tres tiendas, una para· tí, otra para

Moises

y

otra para Elias. » Aun hablaba, cuando