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nadie se las daba,
y
los perros venían á lamer
su :; llagas. Hab :endo muerto
PI
pobre, fué lle–
vado por los Angeles al seno de Abraham ; tam·
• bien murió el rico, y fuésepultado en el infierno.
En medio de sus tormentos levantó los ojos y
viendo de léjos á Abraham
y
á
Lázaro en su se·
no, exclamó : P'adrc Abraham, ten piedad de mi
y
euviame
á
Lázaro para que dulcifique mis tor–
mentos. Pero Abraham le respondió : Hijo mio,
acuérdate que durante tu vida no has recibido
mas que bienes,
y
Lázaro no ha tenido mas que
males ; por esto él está ahora en la alegria
y
tú
en los tormentos ; ademas, no se puede pasar
de aquí al lugar en que
tú
estás. Entónces repu·
so
el
rico : Yo te suplico, padre Abraham, que
lo mandes á casa de mi padre para que refiera
estas cosas
á
mis hermanos, á fin de que no ven–
gan á este lugar. Abraham le contestó : Ellos
tienen á Moises
y
á
los profetas ;
y
si no los
oyen, tampoco creerán aun cuando resucite al–
gun muerto.
»
Para condenar la hipocrecía dijo Jesus:
«
Dos
hombres fueron
á
orar al templo ; el uno era
fariseo, el otro un publicano. El primero oran–
do de pié, decía : Seiíor, yo te doy gracias por
no ser como los demas, ladron, injusto, adulte–
ro, ni como ese publicano ; yo ayuno
y
doy el
diezmo de lo que tengo. El ·publicano, orando
léjos del altar, no se atrevía á levantar los ojos,
y dandose golpes de pecho, decia : ccDios mio,
tened piedad de mí que soy un pecador. Y con–
tinuó Jesus : Pues yo os lo digo. Este hombre
volvió á su casa mas justificado que el otro ;