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pasó un levita que tambien le vió ; pero no se

detuvo. Ultimamente ll egó un Samaritano que

lleno de compasion se acercó al moribundo, lavó

sus heridas con ace ite

y

vino ,

y

cargandole sobre

su caballo lo llevó á una hospederia en don de

cuido de él. Al dia siguiente di ó dos denariosal

huésped

y

le dijo : Cuidad á este hombre, y á

mi vuelta os pagaré lo q11e hayas gastado en él.»

¿Cuál de estos tres os parece haber sido el pró–

gimo del que cayó en poder de los ladrones

?

preguntó Jesus al doctor. «El que tuvo miseri–

cordia con él,

>)

contestó es te. « Id pues, le dijo

Jesus,

y

haced lo mismo. ))

En otra ocasion, qu eri en do el Redentor dar

una idea de la misericordia divina, habló de es ta

manera : «Un hombre tenia dos hijos ; el menor

le dijo: Padre mio, dame Ja parte de Ja herencia

que me corresponde ; y habiendola recibido se

fué á un país muy lejan o, en donde, en medio

de desórdenes , disipó su patrimonio. Habiendo

sobrevenido en ese pais una grande hambruna,

y estando en la miseria, se vió obli gado á guar–

dar puercos ; el desgraciado hubiera querido

saciar

s~

hambre con el alimento de esos inmun–

dos animales ; pero no le era permitido hacer lo .

Entónces, entrando en si mismo, dijo: ¡Cuántos

jornaleros hay en casa de mi padre qu e tienen

mas pan del que necesitan ; y yo aquí me muero

de hambre! Es preciso que yo parta ; iré

á

donde él y le diré : padre mio, he pecado con–

tra el Cielo

y

contra ti, ya no soy di gno de lla–

marme hijo tuyo, tratame como

á

uno de tus

jornaleros. Partió al punto ;

y

encontrabase a un