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252

VID

K-

Jesus

y

de María: en aquellos primeros tiempos de fervor

no

se pronuncia ban

el

úno sin el ótro.

La

religi~.n

era la

mis–

ma hoy que era

enton~es:

Jos verdade ros_ fieles tiene n el

di a de

hoy

el mismo amor

y

el m ismo respeto

a-1

.Hijo,

é

igua1 mente profesan

á

la Mad re la misma veneracion

y

la

mi sma ternura que se

la

profesaba en

aqu~llos

felices tiem–

pos; esto es lo que junta ordinariamente estos dos·augustos

nombres en el corazon

y

en

la

boca

de

jos

cristianos, espe–

cialmente á

1 ~

hora de la muerte, de modo,queno se ha

vis-:

to sa nto que no baya tenido la devocion

y

el dulce c

onsue–

lo

de morir pronunciando los santos nombre de Jesus y.Ma–

ria.

El

santo nombre de María, nombre que es el terror de

lós infie rnos , la alegría de los ángeles en el cielo, y el con–

s.uelo de los fieles s.obre la tie.r ra, es tan dulce

y

tan respe–

t a

ble

á

toda la

I~lesia,

que ha establecido

una

fiesta parti·

cnlnr

á

honra . suya el domingo primero despues del dia

de su ·na tividad. A l fin de esta vida se verá el.niotivo

y

la

historia de esta fiesta.

§.X.

La sant ísima Vírgen se cria en Nazaret en

casa

de sus padres hasta la edad. de tres años.

Cumplidos los. ochenta dias des pues ·

d~1

na.cimiento

d~

la santísima Ví rgen, que era el tiempo en que ordepaba

la

le y que las madres q ue hab ia n pa r ido hija debían purificar–

se, llevar

l::i

niñ a al templo,

y

ofrecer

al

Señor por sí

y

po~

la

hija un cordero en holocáusto, y un picbon

ú

dos tórto-·

l as; santa Ana

no

faltó

á

est á c eremonia que prescribía

1a

religion·, de que era

ta~

zelosa. Llevó,. pues, la.Niña vír–

g e n á Jerusalen,

y

la ofreció al Señor en

el

temp1o; pero

mientras que

~e

ofrecra

por

M a ría la víctima prescri pta por

la ley, esta. dichosa Niña inmolaba

él la

misma

al

Señor

~e

un modo mucho mas es piritual

y

mas perfecto. Hasta en:.·

tonces. no había vi sto Dios

en su

te111;plo,

ni sobre

sus

alta·

res una víctima tan pura, \tan santa, tan agradable

á

sus

ojos; tan dign a de

sus

divinas

compla cenci<~s.

La Niña

vír–

gen se ofrecía iñteriormente

á

si1 o¡os como la mas hu mil·

de de. sus esclavas;

y

Píos

la~

recibía

como á

su

hija queri-