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$~ÑGR

NtJES'DRO.

·~!!5

preérpidroo

al·

pri'A'l~'. ·á~@€ll~ rl f l~s ínfieF~os

por

hab~t

que–

rido hacerse · semejahte·

al " ~ltí1simo,

tuvo atrevimiento

para usurpar sobre la

ti~rra

el culto. que se le debia

á

D~os

únicamente. Hahia casi·ctJatro mil años que las ·po–

t€stades-de·

lá-f·tiní

1

eblcts•,,r@,yiné\;D~ñ -en r rodas

partes con im–

perio,: no selo:·cG:mo:>tifr an0s ,' sinQ:

iomo

dioses; rQué de

templos soberbia s«e·díficados

á

es:tas falsas

divinidades~

i

qué de altares ·ensangrentados con una infinidad de víc·

timas las mas' sacrílegas? Solo Dios podia destr uir el im–

perio,- de esté,

fuert~

arma'do;

.y

-parra CO':nseguirlo,

i

qué

d@

milá%rosn.a.

erá

tieGe-s áttio:.bacef~ 1Hí~olos

Jesr1cristo; pe–

ro puede decirse que entre toc;los los milagros que·sirviéron

para establecer

el

or~istianismo s~trre

h1s

ruinas de la idola–

tría, no ha habido ninguno mas estupendo que este mismo

establecimiento'; ninguno que pasme mas

á

los ·paganos que

la i1nportancia de sus pFetendidas divinidades, y el silepcio

d'e

Sl:l'S

orácul0s. Co1i10

Jno

l'ia_bfa:

en su falsa rel1ig.ion cosa

mas ' maravillosa, ni al parecer· mas di.viha

-<}u~

.Jos orá–

.cu los;

ni ~ cosa

mas m:agnífrca y

'ma1S

famosa que los tem-–

plos en que estaban establecidos; como

1

no babia ·asímis–

mo cosa que diese mas golpe que las predicciones de los

falsos profetas , los cuales'.· les paPecia ser jnspirados por

sus falsas. divinidades, nada les catts6 ·ma¡g admiracion que

el ver empezar

á

énmudecer estos oráculos en el naci–

miento de Jesucristo, y que conforme este divino Salva–

dor era conocido y adorado en el mundo , cesaban todas

estas pretendidas maravillas;

y

los demonios,

á

quienes

hasta entonces habian adorado eomo dioses, .eran arroja–

dos de los te1nplos en que obraban sus encan tos, sin mas

que invocar el nombre de Jesucr"isto. Desde que Jesucris–

to se dexó ver en el ' mundo empezó á correr

á

su

d.es-

·rruccion el imperio del príncipe de las tinieblas. Es con–

fesion esta del mayor enemigo que tuvo jamás el cristia–

nismo; de Porfirio digo:

E.rculapio no cura

á

nadie,

dice

este filósofo,

desde que se empezó á aiorar

á

Cristo.

De este suceso maravilloso se sirviéron comunmente

los primeros cristianos, especi ª lmente los santos PP. pa–

ra demostrar

á

los paganos la importancia y las ilusiones

de sus pretendidas divinidades, y la omnipotencia de Je–

sucristo, cu yo solo nombre ha c ia enmudecer á sus

fa-

.n1osos oráculos. Les ,ponian continuamente delante de los

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