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SENOR NUESTRO.
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vado
y
han llegado hasta nosotros. -Lo que hay de e ierto
en esto, como ya se ha dicho hablando del santo sudario
de Besanzon, es que el de Turin nos vino de la Pales–
tina, habiendo querido Dios que estos sagrados despojos
estuviesen en poder de los cristianos
y
t ambien de los in–
fieles, hasta que por una disposicion impenetrable de la·
divina providenc·ia, habiendo caido todo el
Orie~ te,
por se·
cretas juicios de Dios, baxo la dominacion de los infieles,
todo lo que babia servido de instnunento á la pasion
y
muerte de Jesucristo pasase
y
se conservase en t ierra de
cristianos.
Lo que se sabe de mas cierto tocante
á
las aventu ras,
por decirlo así, del santo sudario de Turin, es .que en la
decadencia del imperio de los griegos, habiéndose apode–
rado los príncipes franceses de Constantinopla
y
del im–
perio de Oriente, esta preciosa reliquia, como otras mu–
chas, fue guardada en aquella ciudad imperial hasta fines
del siglo XU ó principios del Xlll, en que los e1npera–
dores de Constantinopla la regaláron, segun se cree,
á
los
príncipes de la casa de Lusiñan, que poseían el reyno de
Chipre. Habiendo muerto Juan
111
ó Jual) el postrero, rey
de Chipre, el año 1473, dexó los reynos de Chipre , de
Jerusalen
y
de Armenia
á
Carlota, su hija única ., que fué
coronada en Nicosia por reyna de los tres rey nos en 1485;
pero poco despues, habiéndose rebelado J ayme, hijo natu–
ral de Juan
lll,
usurpó el reyno;
y
ayudado del Soldan
Melec-Ella , echó
á
1§1.
rey na de todos sus estados. Esta
Princesa se retiró
á
Saboya, donde era duque Cárlos su
sobrino;
y
habiendo ido despues
á
Roma., hizo donacion de
sus reynos
á
dicho Cárlos duque de Sabaya ., su sobrino,
en presencia del papa y de muchos cardenales.
Cuando Carlota se retiró
á
Sabaya, t raxo cons igo á la
princesa de Charni su parienta, que era depositaria del
santo sudario, el que traxo consigo, y le conservó como
por milagro, dice la historia; porque habiéndola robado
su equipage , en el cual estaba la rica caxita en que estaba
encerrada esta preciosa reliqui a , queriendo los ladrones
partir por medio el santo suda rio e n la d ivision que ha–
dan del robo, al ir uno de éllos á corta r le, quedó de re pen–
te sin movimiento en las manos .
y
al mismo tiempo se
sintió acometido de una enfern1edad mortal. Habiéndose
Torn. /71.
O