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.J

SENOR NUESTRO.

.

205

rio en la caxita en que se guardaba, sin que hubiese pa–

decido la menor lesion, ni por el fuego ni por las ruinas.

Sin embargo de se r tan pasmosas todas las circunstancias

del mil agro, muchos no dexáron de temer que hubiese

algun fraude ó engaño en los hechos ,

y

que quizá se

hubiese subs tituido un nuevo sudario en lugar del ver–

dero. Se hi zo examina r escrupulosamente la tela por per–

sonas inteligentes,

y

la imá gen en él impresa del cuespo

del Salvador por los mas hábiles pintores ;

y

t odos asegu–

ráron que la tela era de un t exido y de una calidad

á

que no alca nzaba el arte,

y

que la pintu ra no babia teni–

do pa rte en esta imágen 1nilagrosa; esto es lo que se

sabe por una tradicion res petable por su antigüedad, lo

q ue

á

mas de esto está confi rmado por un manusc rito muy

an t iguo de la iglesia de Santiago de Rems , el cual, des–

pues de haber ponderado la dicha de l a iglesia de Besan–

zon por estar enriquecida con el santo suda rio, añ:::ide que

esta preciosa reliquia estuvo perdida por algun ti empo;

pero que habiendo s ido finalmente recobrada,

y

habien–

do reconocido que la imágen del Salvador babia sido im–

presa en élla milagrosamente, todos se habían convenci–

do que este sagrado sudario era el que babia estado sobre

el cuerpo de J esucristo ; lo que fu é confirmad o , añade el

mismo manuscrito, con un insigne mil agro; pues habien–

do sido puesto este santo suda rio sob re un difunto que lle–

vaban

á

enterrar, se le vió resucitar al mismo in stante,

al modo que aquel cuerpo muerto que echáron en el se–

pulcro de Elíseo, el cual lo

mi smo

fue tocar los huesos

del Profeta que resucitar

y

ponerse en pie (4.

R eg.

13.):

Revix it horno, et stetit super pedes suos.

D es pues de este

prodigio ha ido siempre en aumento la veneracion

á

esta

preciosa reliquia: desde entonces se han vi sto venir, co–

mo se ven todavía el dia de hoy, gentes de todas partes

á

dar

á

este sagrado monumento de nuestra redencion el

culto que le es debido; y

se

puede decir, que esta devo–

cion de los fieles nunca es en vano

y

sin fruto. Atribúyase,

si se quiere,

á

la fe de los fieles la infinidad de milagros

que esta santa reliquia ha obrado hasta aquí: el que su bsis–

te despues de tantos siglos, y que se puede llamar un mi–

lagro visible

y

permanente, es una prueba incontestable

de la autenticidad de esta preciosa reliquia; pues aunque la