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SENOR NUESTRO.
.
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rio en la caxita en que se guardaba, sin que hubiese pa–
decido la menor lesion, ni por el fuego ni por las ruinas.
Sin embargo de se r tan pasmosas todas las circunstancias
del mil agro, muchos no dexáron de temer que hubiese
algun fraude ó engaño en los hechos ,
y
que quizá se
hubiese subs tituido un nuevo sudario en lugar del ver–
dero. Se hi zo examina r escrupulosamente la tela por per–
sonas inteligentes,
y
la imá gen en él impresa del cuespo
del Salvador por los mas hábiles pintores ;
y
t odos asegu–
ráron que la tela era de un t exido y de una calidad
á
que no alca nzaba el arte,
y
que la pintu ra no babia teni–
do pa rte en esta imágen 1nilagrosa; esto es lo que se
sabe por una tradicion res petable por su antigüedad, lo
q ue
á
mas de esto está confi rmado por un manusc rito muy
an t iguo de la iglesia de Santiago de Rems , el cual, des–
pues de haber ponderado la dicha de l a iglesia de Besan–
zon por estar enriquecida con el santo suda rio, añ:::ide que
esta preciosa reliquia estuvo perdida por algun ti empo;
pero que habiendo s ido finalmente recobrada,
y
habien–
do reconocido que la imágen del Salvador babia sido im–
presa en élla milagrosamente, todos se habían convenci–
do que este sagrado sudario era el que babia estado sobre
el cuerpo de J esucristo ; lo que fu é confirmad o , añade el
mismo manuscrito, con un insigne mil agro; pues habien–
do sido puesto este santo suda rio sob re un difunto que lle–
vaban
á
enterrar, se le vió resucitar al mismo in stante,
al modo que aquel cuerpo muerto que echáron en el se–
pulcro de Elíseo, el cual lo
mi smo
fue tocar los huesos
del Profeta que resucitar
y
ponerse en pie (4.
R eg.
13.):
Revix it horno, et stetit super pedes suos.
D es pues de este
prodigio ha ido siempre en aumento la veneracion
á
esta
preciosa reliquia: desde entonces se han vi sto venir, co–
mo se ven todavía el dia de hoy, gentes de todas partes
á
dar
á
este sagrado monumento de nuestra redencion el
culto que le es debido; y
se
puede decir, que esta devo–
cion de los fieles nunca es en vano
y
sin fruto. Atribúyase,
si se quiere,
á
la fe de los fieles la infinidad de milagros
que esta santa reliquia ha obrado hasta aquí: el que su bsis–
te despues de tantos siglos, y que se puede llamar un mi–
lagro visible
y
permanente, es una prueba incontestable
de la autenticidad de esta preciosa reliquia; pues aunque la