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SENOR
NUESTRO.
creible un misterio; pues son unos hechos incontestables,
que por mas incomprensibles que sean á las luces de la
razon, ningun hombre racional puede no conocer en éllos
la·mano de un poder sobrenatural. Apénas hubo salido el
mundo de las manos del Criador , apénas hubo sucedido
la caida del primer hombre, cuando ya se le habla de un
li–
bertador, de un salvador: se le muestra de léjos este Hom–
bre-Dios, este Mesías, por cuya virtud
y
poder babia de
ser quebrantada la cabeza de la serpiente qHe le babia en–
gañado,
y
su esclavo babia de recobrar la libertad. Pasá–
ronse algunos siglos, la inundacion general hizo un nuevo
universo: acuérdase Dios de su palabra: piensa hacerse un
pueblo agradable á sus ojos; escógele entre la multitud de
las naciones que estaban esparcidas sobre la tierra; su amor
se complace en hacer resplandecer sobre él sus mas abun–
dantes misericordias. Dígnase el Señor tratar, por
decir~
lo así, con sus siervos;
y
hablando con Abrahan, le dice:
En tu posteridad serán benditos todos los pueblos. En esta
alianza tan santamente jurada empiezan, digámoslo así,
á
desenvolverse los designios de Dios , y todo parece ser
'Un anuncio
y
un preludio del nacimiento del Mesías, del
c~al
predice y anuncia hasta las menores circunstancias.
Todos los hombres grandes del pueblo judáico no son mé–
nos figuras de este divino Salvador, que lo fueron sus pa–
dres: cópianl'e,
y
nos le pintan cada uno á su modo;
y
todos juntos nos le representan tal cual debe parecer sobre
la tierra. Todos los sucesos conducen á él ;
y
los hornbres,
á pesar de la diversidad de sus miras y de sus designios.,
á
pesar de la inconstancia de sus proyectos, no hacen otra
cosa que disponer, sin saberlo, las circunstancias preli–
minares de su nacimiento.
No se contenta Dios con esta prediccion general,
~ino
que envía de tiempo en tiempo profetas para anunciar á
Israel su Redentor: señalan el tiempo preciso de su veni–
da , su concepcion milagrosa en el seno de una vírgen, el
lugar de su nacimiento, y todas las circunstancias de su
vida
y
de su
mu~rte;
y
todos hacen de él un retrato tan
verdadero, tan propio, tan parecido, que no
es
visible
equivocárse
~ni
equivocarle.
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No saldrá de J udá el cetro, dice Jacob, cerca de
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siglos ántes de Jesucristo: veránse siempre capitanes, m(l;..
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