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31-6

DOl\tTiNGO VEINTE Y DOS

na cosa que pudiera servir de pretexto para acusarle como

reo de estado,

Y:

hacerle castigar con el último suplicio.

El lazo estaba bien armado: todo el enredo consistia en

ver cómo se le habia de proponer una cuesrion capciosa

para hacerle caer cualquiera que fuese su respuesta; para

esto le preguntaron si los judíos podian en conciencia pa–

gar el tributo, llamado censo, al emperador. Discurrían

que sucedería una de dos cosas,

ú

declarará á los judíos

tributarios del emperador, decian éllos,

y

con esto ofen-

- derá á toda la nacion ,

y

hará ver que no puede ser el

Mesías, pues hace esclavo al pueblo judáico, ú declarará

al pueblo exento de todo tributo,

y

con esto los herodia–

HC?S

le delatarán á los romanos por rebelde al César,

y

convencido de rebelion.

Para mejor disfrazar su depravada intencion , le salu–

daron desde luego con respeto,

y

comenzaror1 alabando su

sinceridad

y

rectitud. Maestro, le dixeron , sabemos que

siempre dices verdad,

y

que enseñas el camino de Dios

con espíritu de verdad, sin el menor respeto humano,

y

sin aceptacion de personas: venimos

á

ti para que nos ins–

truyas sobre un punto en que están divididos los dictáme–

nes,

y

en que parece interesarse la gloria de Dios: dinos

sinceramente ,

i

qué te parece de

ésto~

i

es

lícito

pagar el

censo al César,

ó

no lo es? Este tributo era la capitacion,

ó

capital que los romanos sacaban de la Judea despues

que esta provincia había sido hecha tributaria del imperio.

Jesucristo quiso hacerles ver que conocía perfectamente

todo cuanto tenían en el corazon,

y

que baxo la capa de

un exterior engañoso descubria su malignidad

y

su hi–

pocresía. Díxoles:

Quid me tentatis, hypocritce?

Hipócri–

tas,

i

por qué me ven is

á

tentar pensando que me habeis

de sorprender?

Ostendite mihi numisma census

:

mos–

tradme la moneda con que pagais el tributo: presentáron–

le un denario romano. Era esta una moneda exrrangera,

sellada con el cuño del emperador,

y

que 1 evaba graba–

da su imágen. Como el Salvador queria convencerlos por sí

mismos, les dixo:

Cujus est imago hcec, et

superscriptio~

i

De quién es esta figura,

y

el nombre escrito al rededor

de élla? Es del César, respondieron éllos: Si es del César,

replicó el Salvador, dad al César, lo que es del César; pe–

ro no os ol videis de dar

á

Dios lo que es de Dios,

y

lo que