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DESPUES DE PENTECOSTES.
1257
ninguna falsa piedad, ninguna falsa devocion que no sea
orgu llosa y vana.
La
virtud desnuda y sola es insíp ida
á
quien no tiene sino la corteza de virtuoso.: la soberbia
es como la sal , que hace se encuentre gusto en la
vir–
tud.
Es
uno devoto con gusto mienrras lo es coa utili–
dad ó con honra. Por mas que se diga que no se busca
sino la gloria de Dios,
i
quién hay que pierda de vista
la suya propia? Las obras de caridad que nos hace mas
horror, nos parecen siempre mas fáciles, aunque sean·mas
.trabajosas : nada se siente en la práctica de la virtud,
cuando la virtud es aplaudida; solo se siente el peso
y
la aspereza de lo que es obscuro ó secreto. Déxase el lu–
xo de los vestidos ;
i
pero en el vestir modesto se busca
solamente la obscuridad
y
la humillacion?
i
A qué fin tan–
tas afectaciones
y
distinciones en la misma devo"cion?
Un
corazon humilde jamás ama la singularidad. No se quie–
re hacer nada por ostentacion ; pero no se nos da nada
que vean lo que hacemos. Se oculta, dicen, el poco bien
que se hace; pero facilmente perdonamos á los que lo
publican: ¡cosa extraña! la soberbia nos sigue hasta en la
victoria que conseguimos de la soberbia misma: todo
la
sfrve de alimento, todo la fomenta; hasta la humildad
la
suele seruir de escudo.
i
Qué vicio mas peligroso
y
mas
temible? La soberbia todo lo inficiona. Aunque tuvie es
una caridad
la
mas ardiente: aunque distribuye es
en
li–
mosnas toda tu hacienda ; aunque consumieses tu cuerpo
y
tu salud con las mas epantosas maceraciones , si la so–
berbia se mezcla en tus buenas obras
y
en
tus peniten–
cia , todas éllas no son otra cosa que unos frutos daña–
do
y
corrompidos. Los fariseos eran liberales, eran
li–
mosnero ,
y
de una austeridad de vida exce iva ; pero
l a soberbia
y
]a ostentacion hacían su carácter;
y
ved aquí
lo
que irritaba al Salvador contra éllos.
Señor, detesto de todo corazon un vicio que es el orí–
gen de todos Jos ótros: haced, Señor, que cada dia le tenga
mas horror.
J
A C U L A T O R I A S.
E.xtollentiam occulorum meorum ne dederis mihí.
Eccl. '23.
Señor, apar tad de mí aquel espíritu de soberbi a que vos
aborreceis tan to.
Tom.
V.
R