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DESPUES DE PENTECOSTES.

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tidad sino por respeto á aquellas acciones ruidosas ,

á

aquellos milagros de penitencia, á aquellos dones de su–

blime contemplacion, que se admiran en la vida de los

mas grandes santos. Corrige el día de hoy esta falsa idea;

y

vuelto

de un error tan grosero, descubre este tesoro en tu

propia heredad , en tu propio campo. Persuádete á que

tu

perfeccion está ligada

á

las obligaciones de tu esta–

do. A la muger fuerte la alaba el Espíritu santo por haber

hilado, por haber velado continuamente sobre las cosas

caseras , por haber tenido cuidado de proveer á las nece–

sid ades de su familia, por haber tenido una religiosa

sumi–

sion á la voluntad de su marido. Tal debe ser el elogio

de una dama, de una señora cristiana. Dios no gusta que

te estés todo el dia en la iglesia y en los hospitales si tu -

ausencia puede ser ocasion á tu familia paraquese desman–

de. No hay virtud donde no hay órden; y tú trastornas el

órden desde el punto que descuidas de tus obligaciones.

Dirás que hay tiempo para todo, sí; pero haz cada cosa

en tu tiempo. Ten zelo por la salvacion de los ótros; pero

no descuides de la tuya. Haz que el tiempo que empleas

en obras de supererogacion, sea el que te dexan libre

~us

obligaciones. Haz 1

i

mosnas; pero paga al jornalero, al ar–

tesano, y cualquiera otra deuda de justicia. Esta leccion es

de las mas importantes. No hay devocion cuando no se

cumple con las obligaciones del propio estado.

2

Este artículo sea siempre el primero de tu examen

de conciencia;

y

en todas tus confesiones tengan siempre

el primer lugar las faltas contra las obligaciones de tu es–

tado;

y

no lleves cuenta con esas obras que juzgas re

hacen tanto honor, si faltas

á

estas primeras obligaciones,

que comunmente son de ningun lustre

á

los ojos del mun–

do; pero de un gran precio á los de Dios.

i

Eres religio–

so? Infórmate de tus obligaciones ,

y

sé un exacto obser–

vador de las menores reglas. Un gran zelo

e~

muy loable:

los rigores de la penitencia sirven mucho para adquirir la

perfeccion; pero si haciendo muchas cosas, á que no es–

tás obligado , te dispensas de las que Dios exige de ti : si

con un zelo tan ardiente , tan vivo,

y

tan laborioso que–

brantas habitualmente las observancias religiosas: si ex–

hort_ando á lo$ ótros con tanta elocuencia á que sean fer–

vorosos, puntuales, mortificados eres tú poco sumiso,

po~

/