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DESPUES DE PENTECOSTES.
1.~n
á
Jesucristo, que da
á
sus ministros todos los talentos ne–
cesarios
y
propios para sus funciones , da sobradamente
á
conocer la infinita caridad que este divino Salvador tiene
á codos los hombres, cuya salvacion es el objeto de sus
continuos desvelos; comparándose él mismo
á
aquel cari–
tativo samaritano, que no quiere le falte nada al enfermo,
que provee á todos sus necesidades ,
y
encarga al posa–
dero' que cuide de él, como el Salvador encarga á sus
ministros que cuiden de la salvacion de nuestras almas.
El
íntróito de la misa es muy propio de semejante epístola
y
evangelio. Es una oracion afectuosa y llena de confianza
que hace David
á
Dios en medio de los riesgos
y
peligros
á
que se ve reducido, y en que implora su caridad y mi–
sericordia.
Deus, in adjutorium meum intende: Domine, ad
adjuvandum tne festina.
Dios mio, dedicáos
á
ayudarme,
dáos priesa, Señor, de venir
á
asistirme.
Confundantur
,
et
revereantur inimici mei, qui qucerunt animam meam:
Llenad
de confusion
y
de .vergüenza
á
mis enemigos que no bus–
can sino cómo quitarme la vida. Este salmo le explican los
santos padres de Jesucristo, de quien David es en muchas
cosas figura. Viéndose el Profeta perseguido
y
acosado sin
cesar por sus enemigos, que habian jurado perderle, po'ne
toda
su
confianza en Dios; implora su 'socorro, pide su asis·
tencia,
y
le ruega que confunda
á
los que le persiguen tan
injustamente. San Atanasia, san Ambrosio, san Gerónimo
y
san Agustín no le explican solamente de Je•;ucristo per–
.seguido cruelmente por los ju
díos, sinotambien de todos
sus siervos, cuya perdicion ha
jurado.elenemigo de la sal–
~acion.
Asaltados de mil tenta
ciones·, expuestos
á
.mil pe–
ligros, agitados
co~tim,tam(;!nt,e
de las olas en un mar bo–
rrascoso lleno de escollos, expuestos
á
toda hora á un tris–
te naufragio, quiso el .Espíritu sant() ens_eñarle.s una fór–
mula de oracion corta. pero eficaz
y·
propia para atraer
sobre éllos e
l socorro del cielo, de que tienen tan gran
necesidad en
un.ospeligros tan inminentes. Por
eso
la Jgle–
sia con el m
ismofin pone esta oracion á la cabeza de
to–
das sus horas. lnstruida de .la necesidad que .tenemos de la
asistencia del Señor para obrar el bien,
y
para merecer su
benevolencia, comienza tod as sus oraciones por ésta:
Deus,
in adjutorium meum intende: Domine, ad adjuvandum me fes·
tina:
Dios mio, tene.d cuidado
d~
ayudarme; dáos
priesaJ