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DOMINGO

DOCE

Señor, de venir á socorrerme. Esta oracion deben hacer

todos los fieles siempre-que empezaren alguna obra, sea

la que fuere.

La epístola de la misa de este día se tomó de la se–

gunda carta de san Pablo á los de Corinto. Habiendo sa–

bido el Apóstol que algunos falsos apóstoles y algunos

malignos hereges, aprovechándose de su ausencia, dogma–

tizaban impunemente; y que para introducir mejor sus e–

rrores no cesaban en todos sus convent ículos de hablar

mal de él, desacreditarle,

y

aun de condenar su donri–

na,

se

vió obligado

á

hacer su apología, contando el

mo–

do milagroso con que babia sido convertido

y

llamado

al

apostolado, los extraordinarios favores de que el Se–

fior le babia colmado. y cuánta era

la

excelencia de su

ministerio; el que ensalza por la comparacion que hace

de la ley antigua con la nueva,

y

por el testimonio innega–

ble

de

las milagrosas conversiones que babia hecho , y

de que

103

mjsmos corintios eran una prueba por su fe

y

su religiosidad. Pero añade,

i

será razon que empieze

yo otra vez

á

recomendarme

á

mí mismo

y

á ensalzar–

me?

i

O

tengo necesidad , como ótros , de cartas de re–

comendacion para con vosotros ,

11

de vuestra parte para

con ótros? Lejos de necesitar mendigar recomendacio–

nes agenas para justificar mi apostolado , con solo mos–

traros á vosotros mismos ,

y

poneros

á

la vista de todo

el mundo , tengo hecho mi elogio y mi apología.

V

es–

otros sois para mí una carta de recomeodacion ; per_ó una

carta viva que llevo grabada en el corazon, y que acre–

dita para con todo el mundo mis trabajos

y

los sucesos

de mi mision. Para mi gloria basta que se vea

el

estado

floreciente de vuestra Iglesia, que se ponga la vista en

vuestro fervor, y que se sepa que he sido yo vuestro

Apóstol.

Fiduciam talem habemus per Christum ad D eum:

si

cuento con \luestra perseverancia, no es vana mi con–

fi anza; pues estoy cierto

y

seguro, que cuanto digo , lo

digo por la confianza que tengo en Dios por Jesucristo;

pues bien conozco,

y

lo confieso , que

soy

indigno del

ministerio que exerzo, y que los efeccos de vuestra fe

y

de mi predicacion, como tambien la propagacion del evan–

gelio,

y

los progresos que vosotros habeis hecho en la