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DESPUES DE PENTECOSTES.
16s
MEDITACION.
De la verdadera de·vocion propia de cada estado.
P
U
N T O P R I M E R O.
.
Consider~
que cada uno mira la
santid~d
con respecto
al estado en que no está;
y
pocas personas se aplican á ad–
quirir la virtud propia del estado en que se hallan. El po
4
bre
p~ensa
en los grandes medios que tienen los ricos para
santificarse. Los ricos creen que no es fácil hacerse uno san·
to , sino cuando es pobre. La vejez les parece á los jóve–
nes el único tiempo propio para obrar su salvacion; el que
es viejo, cree que con la juventud se pasó la estacion, di–
gámoslo así , de la santidad. Las gentes del mundo creen
que su estado es poco á propósito para la santidad : las
mismas personas religiosas no miran
á
la santidad sino en
lo sublime
y
maravilloso; ninguna cosa les parece santa, si
no es exceso, si no es milagro. De este modo la santidad,
que es un fruto, por decirlo así, que nace en todas las tie–
rras, no se encuentra, si se ·cree á nuestro amor propio
y
á
nuestra imaginacion, sino en sitios
y
lugares inaccesibles.
Pero, Dios mio, ¿qué significa el mandamiento tan
expreso que nos intimais de ser perfectos como lo es nues–
tro Padre celestjal? ¿Qué edad , Señor, ó qué estado ha–
beis dispensado de esta ley?
Y
si hay un solo cristiano qye
no pueda ser santo; ¿á qué fin proponerles universalmen–
te
á
todos un tal modelo.
Es cierto que Dios quiere verdaderamente que cada
uno de nosotros sea santo; pero no es menos cierto que
jamás serémos santos sino cumpliendo perfectamente con
las obligaciones particulares del estado
ei:
que Dios nos ha
puesto. Es falsa cualquiera idea de santidad que no sea
de
este carácter. Esos exercicios devotos poco proporciona–
dos
y
poco convenientes
á
nuestro estado son unas puras
ilusiones de nuestro orgullo , ú del amor propio. Con es–
tos falsos brillos el enemigo de
la
salv::icion
se buila de la
credulidad de
una
alma simple,
y
la engaña. Toda
devo–
cion que nos saca de nuestro puesto, es un desbarro.
¡Qué
error mas
grosero,
Dios, mio,
qué
error mas µni-
Tom.
V.
L3