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DOMINGO ONCE

del evangelio, corrupcion de nuestras costumbres, reglas

de perfeccion, irregularidad.

y

tal vez impiedad de con–

ducta; ¡qué opo icion mas monstruo a

y

mas horrenda

que ésta! Sin embargo, se vive en una profunda segu–

ridad. Tl·aigamos á menudo

á

la memoria el evangelio

que hemos recibido: comparemos las obligaciones que nos

impone con nuesrra conducta;

y

los bienes que nos hace

esperar, con las penas

á

que nos condena. Todavía no so–

mos tan impíos,

ó

tan ciegos, que no creamos; iSeremos

tan insensatos que creamos en

vano~

es decir, iqué no re–

glemos nuestras costumbres por nuestra fe

y

por nuestra

creencia~

El evangelio es del capitulo

7.

de san Marcos.

In

illo tempore: Exiens Jesus

de finíbus Tyri

,

venii per Si–

donem ad mare Galilcece int er

medios fines Decapoleos. Et ad–

ducunt ei surdum, et mutum, et

deprecabam ur eurn, ut imponat

iJ/i manum. Et apprehendens eum

de turba seorsum

,

misit digi–

tos suos in aurículas ejus

:

et

exp!tens, tetigit Jinguam ejus:

et suspiciens m crofum

:

inge–

muit et ait ilti: Ephphetha:

quod est adaperire. Et sta1im

apertce sunt aures ejus, et so–

lutum est vine ulum linguce ejus:

et loquebatur recte.

Et

prcecepit

iilis

'

ne cui dicerent. Quant

a

autem eis prcecipiebat

,

tanto

tnagis plus prcedrcabant

:

et eo

amplius admirabantur

,

dicen–

tes

:

Bene onmia fecit

:

et sur–

das fecit audire, et mutos loqui.

En aguel tiempo: Saliendo Jesus

de los confines de Tiro , vino por

Sid n al ma r de Galiléa, atrave–

sando el territorio de Decapolis.

Y le presentaron un homb re sordo

y mudo; y le rogaban que le im–

pusiese la mano. Y sacánd1Ae apa r–

te de entre la turba, le 1.ie1 ió los

dedos en las orejas, y escupiendo,

le tocó la lengua ;

y

mirando al

cielo, suspiró, y le dixo: Epbphécba,

que quiere decir abr ir

É

inmedia–

ramente se le abrieron las orejas,

y se dtsató el nudo de su lengua,

y hablaba bien. Y les mandó que

no lo dixesen á nadie. Pero cuanto

mas se lo mandaba, tanto mas lo pu–

blicaban,

y

tanto mas se admi ra–

ban , diciendo : Todo lo hizo bien:

á

los sordos los hizo oir , y

á

los

mudos hablar.