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DE CUARESMA.

to. El desarreglo del corazon es el principio de esta en–

fermedad, la cual se comunica muy presto al entendi–

miento. En la ceguedad del alma pasa lo mism9 que en la

del cuerpo: son muy semejantes sus causas y sus síntomas,

como tamb.ien sus efectos. Una abundancia de humores

acres

y

malignos debilita primero el órgarib de la vista,

y

despues la extiugue. Los dolores cesan co9 la vista. Un

ciego no siente dolor ; pero no ve. La corrupcion del co–

razon causa bien presto aquellos vapores espesos y ma–

lignos , que debilitan y obscurecen los ojos del alma. Al

principio los remordimientos de una conciencia justamen–

te sobresaltada ípunzan

y

duelen; pero en fin , sus puntas

:!e embotan con la continuacion del desórden. La razon se

obscurece y se anubla: el alma no siente ya dolores: ia

fe1no 0bra como ántes.; y faltándola estas luces al alma,

pierde

li

vista,

y

queda ciega:

ó

cuando no tanto , los

vapores espesos que las pasiones levantan, la impiden el

que vea la luz; y en medio de estas espesas tinieblas el al·

mase adormece'

y

por ultimo viene á quedarse del todo

dormida. Por mas que se la llame , por mas que se grite

y

se haga ruido al rededor de élla, nada oye, porque es–

tá ·

en una 'especie de letargo espiritual.

l.,a

sordera es

compañera inseparable de la ceguedad espiritual. Bien

puede tronar, bien pueden caer rayos

á

su lado, como el

alma casi no ve ni aun los relámpagos, ni oye todavía

algun ruido , se imagina siempre que el trueno resuena

muy lejos de élla; de aquí viene aqueN;;i funesta insensi–

bilidadr, que bien presto se convierte en un teir.ible endu–

recimiento'. En este estado nada la hace' impresion, las

verdades mas espantosas de la religion, las amenazas mas

terribles, los accidentes capaces de asustar á los corazo:..

nes mas bien puestos no la mueven. ¡Qué estado , buen

Dios, mas

funesto~

y ·qué esperanza de conversion!

,

I

"

1

PUNTO SEGUNDO.

Considera que hay

~os suertes .~e c~~uedad

.espiritual;

la una que es pecado ,

y

la ótra que es efecto y castigo del

pecado. La prttnera es una rebelion, una· resistencia ac–

tual á las sah1dables .ilustracianes y piadosos movimientos

de la gracia , cuando el pecador

ci~rra

voluntariamente