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DE CUARESMA.

21

r

qué puede to'da la sabidt1ría humana ,contra la sabiduría

di..,

vina

!

Se ve que la intencion de estos pérfidos era armar un

lazo al Salvador, no dudando que en su respuesta tendrian

bastante materia para calumniarlo; pero los insensatos las •

habian con un hombre Dios, que penetrando el fondo de

los corazones, sabia muy bien cómo babia de confúadir–

los. Jesus se baxó;

y

como quien no oía la acusacion, se

puso

á

escribir con el dedo en la tierra. Sart Ambrosio pa–

rece cree que escribia algm1a sentencia de la Escritura ca·

paz de cubrir de confusion

á

sus acusadores. San Geróni–

mo,

y

otros muchos intérpretes creen que lo .que el Sal–

vador escribía hacia patentes á los delatores los pecados

de que eran culpables; pero en fin, como éllos persistiesen

' en pedirle respuesta, se levantó, se volvió hácia ellos,

y

les tapó

á

todos la boca con estas palabras: Aquel de vos–

otros que está sin pecado, tírele el primero la piedra. No

quiso .decir Jesucristo que .debe estar exento de pecado el

que ha de castigar legítimamente el delito ageno: solo pre·

tende con esta respuesta ,reducir

á

los fa iseos

á

la pece·si–

dad, 6 de declararse inocentes

y

.fuera de toda repren–

sion contra el testimonio de su codicia, ó de usar con esta

muger de la misma clemencia, de que solicitaban hacer un

delito al Salv.adot. Quizá eran éllos reos del mismo delito,

cuyo castigo solidtaban,

y

que

el

Hijo de Dios,

á

quien era

patente el fondo

de

su conciencia, les echaba en ·cara táci–

tamente co;i lo ·que escribía en la tierra. En efecto,

se

ba· ·

xó otra vez el Señor para continuar en eséribir

1o

que ha–

bia_ comenzado; pero aquellos éapéiósos acusadores no pu\,

diendo súfrir mas tiempo su presencia, se fuernu unó des.

pues de ótro sin decir palabra, empezaiidó por los mas au.-·

danos, como que eran los mas culpábles;

y

en un instan·

te desaparecieron todos, temiendo sin duda que jesucris-·

to revelaria sus tórpezas ,

y

les baria ver que eran mas cul··

pables éllos que la muger

á

quien acusaban. Levantándose

entonces el

Sal

Vador., 'dixo

á

la muger ·eón aquella manse–

dumbre que leerá tan natu.ral:

i

Dónde están los que te

acusaban~

íninguno te ha ·condenado? Ninguno, Señór,

respondió élla. Ni yo

~te,

condenaré,

replicó

1

el Salvador:

vete,

y

no vuelvas mas

'a

pecar.

¡Cuán admirable es esta conducta del Salvador! ¡cuán

llena de consuelos

y

de instrucciones! Había dicho el Se–

o~