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SÁBADO

TERCERO

ºNOTA.

,, Daniel es el cuarto de los profetas mayores. Era de

,,fa raza de David y de los reyes de Judá. Fue llevado

"cautivo á Babilonia, siendo todavía muy jóven, el año

"cuarto de Joaquín, rey de· Judá, seiscientos

y

seis antes

"de Jesucristo: se crió en la. córte de Nabucodonosor sin

"perder nada de la santidad de su religion: murió de edad.

nde 88

años.

RE F

LE XI O N

E

S.

Por lo que se acaba de leer en esta epístola, se ve cla–

ramente, que la vejez debilita las fuerzas del espíritu

y

del cuerpo; pero no la de las pasiones. Se engaña el que

cree que el tiempo las consume y aniqu"ila: al contrario,.

las hace mas impetuosas y mas absolutas; y la edad que

hace mas maduro y sociable el esplritu, hace mas áspe–

ras, mas ágrias las pasiones. La larga posesion las ·sirve

de nuevo título: un hábito envejecido es para éllas una

prescripcion:

Qui exultant in matis, consenescunt in malo.

Una persona que se ha familiarizado en el pecado, en–

vejece en el delito, y como esta postrera edad apaga de

ordinario la vivacidad del espírit1,1, y h

ace á

la razon mas

pesada, de ahí viene que las pasiones

s.on

siempre mas

descontentadizas: pierden en aquella ed

ad to

do lo que te–

nían de vivo y de brillante,

y

solo retienen lo que hay

en éllas de mas seco

y

mas adusto. ¡Cuántas molestias

se ahorrarían., cuántos malos pasos se evitarian si nos

aplicáramos con tiempo á adornar estos enemigos irre–

conciliables de nuestro reposo y de nuestra salvacion

!

Las

pasiones en los viejos son como el fuego en la leña seca,

que prende fácilmente,

y

desde luego se enciende toda;

al paso que en un leño verde el fuego chispea mas, pero

tambien se apaga mas pronto. Todo descontenta con la

edad: solo las pasiones están siempre mas sedientas: la

decrepitez embota al espíritu y los sentidos sin amorti–

guar el fuego de las pa ione . La avaricia nunca es tan

codiciosa ni tan solícita como en un viejo: por mas rico

que sea, siempre teme morir de hambre, aunque no le

queden sino dos días de vida. Un espíritu rezeloso nunca