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DE CUARESMA.

!22r

la muerte como una oveja que va á ser degollada,

y

ni

aun abrirá la· boca para quejarse , dice el mismo Profeta:

Y

o soy como un cordero manso, dice él mi smo por bo–

ca de Jeremías:

Ego quasi agnus mansuetus.

Os suplico

por

1

mansedumbre y humildad de Jesucristo, dice sa n

Pablo en su segunda carta á los corintios. Tal es el re–

trato que hace el Espíritu santo de Jesucristo; pero nada

nos da una idea mas cabal de la mansedumbre del

Sal–

vador, que el Salvador mismo. ¡Qué compasion mas tier–

na que la suya para con los miserables! ¡qué ternura,

qué afabilidad con todo el mundo! Mas de cinco mil al·

mas le siguen hasta en el desierto sin pensar en su ma–

nutencion: el Salvador se compadece de éllas, no quiere

que tantas gentes se vuelvan á sus casas en ayunas: pro-:

vee á sus necesidades, y para esto hace el mas éstupen–

do milagro. La afliccion de una madre desconsolada

y

de dos hermanas afligidas lo enternece has ta derramar

lágrimas. Nunca se

v.ió

corazon tan compasivo.

Y

no píen·

ses que su mansedumbre solo se ostenta con las gentes

de bien, donde resplandece singularme!1te es con los pe–

cadores. Considera las pinturas que Jesucristo hace de

s.í

mismo baxo la figura de buen pastor.

i

Con qué manse–

dumbre va

á

buscar la oveja perdida y descarrjada? icon

qué bondad la carga sobre sus espaldas parn ahorrarla la

fatiga del :camino

1

¡Qué idea no nos da este Señor de su

mansedumbre baxo la figura del padre del hijo Pródi go!

¡con qué gozo, con qué alegría lo recibe! En lugar de las se·

quedades, de las reconvenciones amargas que debia esperar

este hijo desconocido, no halla sino festines, mi1sicas, re–

gocijos. Dos de sus apóstoles, animados de un zelo un poco

amargo, quieren que haga baxar fueg0: del cielo pa1:a casti–

gar una ciudad ingrata que no ha vquerido recibirlo:

j

pero

con qué blandura 19s reprende de su zelo demasiado ar–

diente

y

demasiado amargo! Una muger desacreditada por

su mala conducta viene á arrojarse á sus pies : el fari eo

murmura de la condescendencia

y

de la ind1:11gencia del

Salvador,

y

el Salvador toma por su cuenta la defensa

de

la

pecadora~

En fin, considera solam·ente· lo que re–

fiere el evangelio de este dia tocante á la muger adúlte–

ra, convencida del delito de que .es acusada : sus acusa–

dores piden su muerte;

i

pe.ro

con qué mansedumbre

tra-