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9-
VlERNES TERCERO
tenia una comida harto mas de
gu ~to
· que la que éllos
le presentaban, y que le daba mas vigor; lo que hizo de·
cir á
los
discípulos:
i
Por ventura
1~
ha traido alguno de
comed
i
Qu eréis saber, les añadió ,entonces,
~uál
es
es–
ta comida de que yo me alimento? Es hacer la volunta d
del que me ha enviado,
y
perfeccionar su grande obra, que
es la salvacion de los hombres: qui
ro
que vo otros tra–
b aje is en élla conmigo: es mu y abund ance la mies
en
que
h
resuelto ocu paros ,
y
hay mucho que t rabajar Quizá
me diréis que todavía faltan cuatro me·es ha ta la ·sie–
ga; y yo os d igo, que la siega está ya muy cerca Tended
la vista por todos los pueblos de la tierra: este es
el
campo
que se os está destinado, lo veréis tan pront
tan en sa–
zon para la siega espiritu al de c¡ue os hablo. como lo es–
tán los campos. para la siega o rdinari a cu a 1do los
p
ne
amarillea.o y están durados. . T odos los que trabaj a
en
esta especie de siega son recom,pensados:
ª"í
el
qu e siem–
bra como
el
que siega, cada uno tiene por
~u é
alegra rse.
Yo osen1vio ásegary á hacer la co echa en las tierras que
no
habeis lab rado, ni tampoco embrado. Los q ue os pre–
ced ieron; quiero decir, los patriarcas, los profetas, los
doc~ores
que Dios <lió á su pueblo pa ra in rru irlo,
lo
cul–
tivaron
·y,.lo
dispusieron para que recibiera bien vues ras
instrucciones, y .se aprovec;bara
de
vuei;tros
~uidado s.
Mientras que el Salvador instruía de este modo
á
sus
disGÍpulos, los habitantes de Sicar.,
á
qui e n~s
la Sama ri ta–
na
lo había anunciado, contándoles de él tanbs mtavillas,
corrieron en tropas hácia él: su ayre, su modestia., su afa–
bilidad, sus palabras, todo les confirmó lo que la Sama–
ritana les habia dicho. Habiéndole suplicado
y
obtenido
de él que se detuvie e dos diai; en su ciudad, no bien -lo
hubieron oido, cuando casi toda la ciud d creyó
en
él. Ya
no por lo que nos ha dicho creem s que este hombre es
el Mesías, decían á la Samar itana: lo que hemos oido nos·
otros mismos de su propia baca, no nos permite dudar
ya
que sea el Salvador del mundo, que así los judíos co–
!TIO
nosotros estamos . esperando.
No debe admirarnos, dice san Agustin, el que la
Sa–
maritana no hubiese comprendido cuál era el agua de
que Jesucristo le hablaba, pues los mismos discípulos tam–
poco comprendieron cuál era la comida
q\le
les decia;