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I 0 2

SÁBADO

SEGUNDO

ceguedad, la insensibilidad,

el

abandono de Dios siguen

d

erca

á

los primeros desórdenes. Bien pronto se ve re–

ducida á la ültima miseria:.

Ccepit egere.

La necesidad y

la carestía de todo, tan poco conocida en la casa de su

padre, obligó al Pródigo

á

ponerse á servir para no mo–

rir de_ hambre. Tal es la suerte de los que dexan

á

Dios.

¡Se teme estar demasiado sujetos en su servicio

t

¡Ah Se–

ñor, y qué esclavo mas sujeto,

y

que tenga mas que su··

frir, que un libertino! ¡:dichoso él, si la vista de su mise–

ria le inspirase una vuelta siQcera

y

una conversion prontat

PUNTO SEGUNDO..

Cons.idera con qué bondad, con qué s·abiduría se porta

Dios en la co.nversion del pecador:

In

se reversus:

el hijo

Pródigo empieza entrando en sí mismo; este es el primer

paso del pecador, que movido, de la gracia,. piensa séria–

mente en

convertirse~

Los mundanos, los libertinos nada

temen tanto como entrar dentro de sí

mismos~

ven en sí

tantos desórdenes, que se

~spantan;

oyen tantos remordi–

mientos, que se asustan : este es el motivo, por qué se vive

en el mundo en un tumulto continuado; diversiones, vi–

sitas, tertulias, paseos, espectáculos profanos, juego; aún

no se acaba una de estas cosas, cuando ya se ecba.mano

de ótra. ¿Con qué ojos mira una muger del mundo unos

dias de

retiro~¡

Qué amable es, Dios mio, vuestra mise–

ricordia! En el mismo tiempo que el pecador vive mas

ol–

vidado,

y

se aleja mas de vos, vos os acercais mas á él:

In

se autern reversus.

Las reflexiones saludables que hace

el Pródigo sobre el lastimoso estado á que se ve reducido,

la triste comparacion de lo que es lejos de la casa de su

padre,

y

de lo que era en la casa de su padre, le hacen

conocer su locura

y

su lastimso extravío. ¡Dichoso mo–

mento aquel en que el pecador, con la ayuda de la luz

sobrenatural de la gracia, descubre sus errores, y conside–

ra despacio la indignidad de su esclavitud! Represéntate

un enfermo que ha estado algun tiempo con delirio;

y

que sentada su sangre,

y

calmados los espíritus, descubre

ó

tiene noticia de todas sus extravagancias. Uno de los

pu ntos de su locura era imaginarse que era rey, hablaba

en tono de soberano, mandaba como si en la realidad fue-