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DESPUES

DE

LA

EPIFANÍA.

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de haber ayunado cuarenta dias en el

desier~o

adonde se

había retirado des pues de haber dado un olemne testimo–

nio de él el Ba1,1tista. Acababa de elegir algunos discípu·

los: san Pedro, san Andres, san Felipe, y Natanael habian

ya sido llamados,

y

se habian ya llegado

á

su Magestad,

cuando le rogaron que tuviera á bien así tir

una boda,

que se celebraba en Caná de Galilea, que era un lugar dis–

tan te tres pequeñas jornadas de Betábora, en donde estaba

entonces el Salvador. La santa Vírgen se encontró tambien

en las bodas; quizá eran los esposos algunos de sus parien–

tes. Se presume que ya era viuda, segun la observacion

de san Epifanio; pues en todo lo restante de la historia

del evangelio no se habla una palabra de san José. Algu–

nos creyeron que estas bodas se hacían en casa de Cleo–

fas,

qu~

casabw su hijo Simeon, llamado el Cananeo,

ó

en casa Ck-A-lfeo. Otro-s h;m pretendido que el esposo era

san Bartolome, llamado Natanael; pero el venerable Be–

da, santo Tomas

y

muchos otros son de parecer que el

esposo era san Juan evangelista, á quien el Salvador...Mli–

cen, llamó del estado del matrimoni9 al apostolm',

y

que perseveró _siempre vírgen, habiendo

de~ado

á

su espo–

sa el mismo día de las bodas. Sea de esto

lo

que se quie–

ra, el Hijo de Dios quiso haceii ver en esta ocásion que

podíamos hallarle, no solo en el retiro, sino tambien en–

tre las gentes cuando las obligaciones ó la decencia lo pi–

den'

y

cuando todo respira! cristiandad en el trato de éllas.

Se pregunta, iPºr qué Jesucristo

s~

halló en e.tas bo–

das con su madre

y

sus discípulos?

P~rece

que la vida

austéra

y

retirada de que

h~cia

siempre profesion, no se

componía bien con la alegría

y

diversion que ordinaria–

mente acompañan á esta suerte d_e festines. La mayor par–

te de los padres dicen que fue para aprobar el matrimo–

nio con su presencia. Como por su exemplo

y

sus palabras

habia de aconsejar

á

sus discípulos el celibato,

y

exhor–

tará todos los cristianos

á

guardar la castidad, de la cual

hacia en todas las ocasiones tan magníficos elogios, que–

ria tambien hacer ver que no reprobába el matrimonio,

e1 cual babia de elevar un .día.

á

la c'ase de sacramento.

Es mu

y

creíble que como se hallaban allí muchos parien-.

tes

y

todos los·discípulos que hasta entonces le habian se–

guidQ, quiso hacer

á

su vista el primer milagro para con:-

Tom.

l.

F 3

·