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.DESPUES DE LA EPIF
ANTA.
?l
judíos libertados de su cautividad, son figura de los gen–
tiles sacados de la esclavitud del demonio por la gracia
del bautismo. Se puede tambien decir que el Profeta habla
en nombre de todos 'los hombres redimidos por Jesu–
cristo.
La epístola de la misa es del capítulo doce de la car–
ta del apóstol san Pablo
á
los romanos, donde les advier–
te que se despidan de la vanidad del siglo para entregar–
se enteramente
á
Dios, sin ingreirse por los dones que han
recibido,
y
sin traspasar
lo~
términos de estos dones, apli–
cándose cada uno á las funciones de su ministerio, y cum–
pliendo con las obligaciones de su estado, ordenándolo
to·
do
á
la utilidad del próximo, con quien deben hacer un
todo, como lo hacen los miembros de un mismo cuerpo,
sin que
~l ún~ ~entrometa
á
hacer las funciones del ócro.
La cornp'cl-racion de que se sirve el santo Apóstol es muy
expresiva: como todos nosotros no hacemos sino un solo
cuerpo de Jesucristo, así tambien somos recíprocamente
los únos como miembros de los ótros, para ayudarnJ»
y
aliviarnos por la funcion que es propia de cada
m~ro
en particular. Así como todos nosotros tenemos dones di–
ferentes, segun la gracia que se nos ha dado, es necesa–
rio que cada uno emplee sus talentos en bien de todos.
Del mismo modo que en un solo cuerpo cada miembro
ti~ne
sus funciones particulares, las que exerce sin envidia
de los otros miembros: así en la Iglesia cada fiel ha re–
cibido de
Dios
su don parcicular
y
propio,
y
no d be en–
vidiar
á
los ótros lo que han recibido, sino contentarse
con la medida de la gracia que se le ha dado. La caridad
debe hacernos comunes los favores hechos
á
nuestros her–
manos,
y
no debemos envidiárselos: la mano no debe en–
vidiar al ojq la facultad de ver, nial pie la de andar. El gue
ha sido llamado para predicar el evangelio é interpretar las
Escrituras, debe hacerlo, no segun las luces de su
propio
espíritu, sino segun las de la fe, del espíritu de Dios
y
de
la
Iglesia,
á
cuyas luces debe someterse todo espíritu par–
ticular;
y
los que no han siclo escogidos por Dios para es–
te ministerio, deben guardarse de dogmatizar. El que ha
recibido
el don
de enseñar, debe hacerlo con solicitud;
y
el que está encargado de la conducta de los ótros, debe
portarse con éllos
con
mansedumbre
y
caridad. Despues
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