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SEGUNDO DOMINGO

Jesus, que estaba

á

un lado, le dixo sencillamente:

Na

tienen vino.

Admiremos el cuidado

y

la -pron

titud bené–

fica de la santísima Vírgen. No la dicen nada;

muchos.de

los que asisten

á

la boda no tienen noticia del

embarazo

en que se hallan los esposos;

y

la mayor parte nada sa–

ben de la falta del vino. No importa; la Vírgen conoce la

necesidad; esto basta para que se interese por éllos por una

pura amistad; no es necesaria otra cosa para que pida

á

su hijo que haga un milagro, para impedir la confusion

que esta falta iba

á

causar

á

los que celebraban las bo–

das; sin

h~blarles

palabra emplea todo su crédito con Je–

sus, para hacerles un servicio tan importante. ¡Qué di–

chosos son, Dios mio, aquellos por quienes se interesa la

santísima Vírgeq

!

La respuesta que Jesus dió

á

su madre

está llena de misterios:

Quid n¡ihi,

et

t

·.z,~,

rnulied

como

si dixera:

i

Piensas que yo ignoro el apuro en que se ha–

llan esos por quienes te interesas,

ó

que no conozco el de–

seo que tienes de que yo haga un milagro para sacarlos '

de C!._Y,J.,ena? iPero no sabes que hasta ahora no me he ma–

nif~do

al m\,lndo,

y

que debo hacer en todo la voluntad

de mi Padre? Si el tiempó de hacer ostension de mi glo–

ria

y

de darme

á

conocer n0 hubiera llegado aún ,

i

que–

rrías que yo la anticipase? La santa Vírgen no ignoraba

él misterio. Sabia que Dios babia determinado desde la

eternidad qu

el S:ilvador no hiciera su primer milagro

sino á

súplic~s

y

ruegos de su madre; esto la obligó

á

que si rP-Jes perar otra respuesta llamara

á

los que servían

á

la mesa, y les dixera : Hacéd absolutamente todo lo que

os diga Jesus. Sabia que bastaba haberle mostrado el de–

seo que tenia para que consiguiera de él un milagro. En

efecto, el milagro se hizo; y todo el mundo fue testigo, así

de la omnipoténcia del hijo, como de la omnipotente in–

tercesion de la madre. ;Dichosos una

y

mil veces aque–

llos que la '

1

írgen toma baxo su proteccioo

!

¡dichosos los

que profesa .1una tierna devocion á María! ¡dichosos los

que la sirven, pero que la sirven con fervor!

Haced, Señor, que yo sea de .este número;

y

el

fa–

vor singular que os pido, Vírgen santísima; el primer

uso, por deci rlo así, que

yo

deseo hagais de vuestra in–

tercesion en favor mio, es que yo sea uno de vuestros

mas fieles servidores todos los dias de mi \vida.