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DOMINGO SEXTO

P U N T O S E G U N D O.

Cons

1

idera que todas las maravillas mas sensibles que

obró Jesucristo duran te

su

vida mortal, son ·pruebas

y

símbolos de los

milag ros

espirituales

e

invisibles que

ha–

ce todos los dias en favor de sus siervos desde

que

subió

a

los cielos.

Su

ternura

no

s.e entibió con su triun–

fo.

Fuera de que está continuamente

con

nosotros, vela

desde el cielo sobre nuestras necesidades , las conoce per

4

fectamente'

y

provee

a

ellas con el mismo cuidado' la

misma bondad,

la

misma benevolencia. Carísimos herma–

nos ,

decia

San Pedro , poned

toda

vuestra córifianza

ert

Dios

,

servidle con aliento , con ternura , con

elida.

y

no temais que

os

olvide en vuestras necesidades, ni que

os dexe carecer de nada de lo.que os

es

necesario: descar–

gáos sobre

él

de todo lo que puede inquietaros!

Omnem

solicitztdinem vestram projiciéntes in euru

(

1.

Petr.

5-:' );

porque

él

mismo tiene cuidado de vosotros:

Quóniam

ip

4

si cura est de vobis.

Pero si el Señor tiene cuidado de

nosotros,

si.

quiere que ·nos fiemos de

él,

i

temerémos,

o

que

1 1~

falte poder,

o

que

no

cumpl a

su

palabra~ ~i

no

experimentamos estos dulces efectos

de

su providencia

tan benéfica, echémonos

la

culpa

·a

nosotros mismos,

'1

nuestra poca

fe ,-

a

nuestras continuas desconfianzas , ·

~

nuest ras infidelidades'

a

nuestra tibieza en ·el servicio

de

Dios ,

a

nuestro poco fervor

y

devocion,

a

nuestra -poca

confianza. Nosotros le -damos poco al Señor, se

lo

rehu–

samos casi todo,

aunque

no nos pide sino cosas

.muy

fá–

ciles

y

muy

ju

tas;

y

lo poco que le damos, se lo

da-

-mos tan de mala gana , que se puede decir que solo se

lo damos por 'fuerza

y a

mas no poder. Veis aquí

lo que ,

entibia, lo

que apdga nuestra confianza.

La

ttuba

de

nues–

tro

evangelio corre en pos

de

J esucristo : el

deseo de

oírle,

y

el gusto de seguirle, les hace olvidarse hasta de

las necesidades de la vida.- Léjos de quejarse

y

de mur–

murar,

léjoo de desanimarse

por

lo largo del camino,

ó

por la

pénuri~

y

•'fa)

ta

d~

todas las cosas en el desier–

to, no piensan

ni en

la fatiga,

ni en su

flaqueza, ni tam–

poco

en

volve rse; por

eso

experimentan

tan

pronto los

dulces .efectos de la

providencia divina.

Bella leccion;

pe-