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!29.J

DOMlNGO DIEZ Y NUEVE

mas negra de las ingrati'tudes se hiciéron indio-nos de él.

Sin

duda

que esta alegoría movió

a

la Jglesia

a

~leg ir

e

te

sal mo para el intróito de la. misa de este dia.

La epís to a

de

la misa

de

este dia es del capítulo quar–

to de la carta de

San

Pablo

a

los de Efeso. Deseaba en–

trafi blemente el santo apóstol la salvacion

y

la perfeccion

de aquella

recien ~

nacida Iglesia;

y

conociendo las necesi–

dades espirituales de aquellos nuevos fieles, los instruye

con el mayor cuidado en todos los misterios de fe,

y

en

los puntos mas esenciales de la moral cristiana.

Era Efeso una ciudad muy dada

a

la idolatrfa

ya

to–

do género de supersticiones, especialmente

a

la magia.

E_f.1

las Actas de los apóstoles vemos que San Pablo hizo

quemar en ella un solo. dia tantos libros má.{;icos,

ue su

valor importaba cincuenta mil den·arios. Los cinouenta mil

denarios hacen veinte

y

cinco mil libras francesas , no

excediend-0 el denario

a

diez sueldos

de

Francia, que es

el valor ordinario del denario romano

( una libra france–

sa equivale d una peseta ).

El libertinage era consiguiente

a

todas sus supersticiones: el vicio, la destemplanza y la

disolucion reynaban en ella con mas imperio que en

nin–

guna otra ciudad. Habia sido preciso curar el espíritu de

los efesios de sus errores,

y

el corazon de

la

corrupdon.

La gracia del

Señor

babia obrado este duplicado prodi–

gio por el ministerio de -San Pablo. Los efesios habían

abrazado la fe con mucha generosidad: la inocencia

y

el

fervor reynaban en aquella Iglesia sin embargo del mal

exemplo de los conciudadanos ,

y

de los artificios de los

. falsos doctores y de los falsos hermanos. Convenía fomen–

tar la devocion ,

y

renovar

a

menudo el espíritu de fer–

vor, el qual es como el alma de la virtud cristiana;

y

es–

to

es

lo que hace aquí el santo apóstol.

Renovámini spíritu mentis vestra?:

Renováos en espí–

ritu ,

y

revestíos del hombre nuevo, que fué criado

a

la semejanza de Dios en la verdadera justicia

y

en la ver–

dadera santidad. Todos los principios promPten mucho:

los primeros pasos siempre se dan con vigor; pero se

desmaya

y

se para en la carrera : es necesario hacer

m<7-

moria 'freqüentemente de los mismos objetos

y

tnotivos

que nos hiciéron entrar en

ella para que .la

continuemos.

Nada está

mas

sujeto

a

cansarse en

el

camino

de la

per-

fec-