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DESPUES DE PENTECOSTES.

de escogidos, que ya no es tán en su vigor sino en el claus..

tro. El esp íritu del mundo ha substit uido en su lugar

unas

má ximas en todo contrarias, unas leyes

enterament~

opuestas,

y

unas costumbres perniciosas,

que

tienen lugar

de leyes. Se ':tiria que la irreligion ha prescripto el día de

hoy en el mundo; hasta este extremo ha prevalecido la

licencia

y

la corrupcion de las costumbres sobre la santi–

dad

del

evangelio. Ya no

hay

casi quien se avergüence del

- vicio

en

el centro mismo del cristianismo

:

la

indevocion,

la

mala fe ,

la

venganza,

la

impureza pasan, por

decir–

lo así, el dia de

h~y

por unas costumbres del siglo.

El

vi•

cío

lo- ha

inundado todo;

y

nos espantamos despues de que

unas aguas tan co i rompidas inficionen el

ay

re,

y

causen

t a .. "

• fe1·medades contagiosas: no tanto se busca Ja sa-

~d~:-qua n t o

el embebece rse en el mal,

y

adormecerse

. en

~eli gro.

De

aquí

esos

ju ~gos,

esos espectáculos pro–

fa nos, esos bayles, esas comedias, esas diversiones ente–

ramente paganas, que parece han ocupado el lugar de los

exercicios de reli gion. El tiempo que no fo absorve la

codicia, se destina

i

los pasat iempos

i

Q ue pruebas de re–

ligion dan el dia de hoy tantos jóvenes l ibert inos, tan–

tos

cri stianos ociosos, tantas doncellas

y

aun

casadas mun–

danas~

La

modestia ,

el

pudor, la devocion hab ían sido

siempre el carácter

y

el adorno del sexo devoto: el dia

.de.

hoy parece ser moda el luxo, la licencia, la indevo–

cion. Cotejemos las máximas tan humildes, tan puras,

tan perfectas del evangelio que ·profesamos:

la

abnega–

ci~n

de sí mismo, Ja humildad de corazon

y

de espíri–

tu~

la mortificacion rígida de los sentidos , la victoria con–

tinua de las pasiones:

una

devocion constante

y

conti–

nua,

sin

ficcion álguna: una vida inocente

y

sin tacha,

amor

a

las cruces, gustar de los exercicios de penitenda,

tener horror

a

los menores defectos, una ardiente cari–

dad, una fe ge nerosa: cotejemos, digo, ·esta pintura con

la que nut>stras costumbres

y

nuestra conducta bosque–

xan

y.

delinean todos los dí as

a

Jos ojos de Dios,

-y

aun de

los hombres;

¡

que

opo

icion, buen

Dios !

¡Que de, pi o–

porcíoo,

qué d ·scancia

!

Vds

aquí el evangelio de

Jesu–

cristo que recibimos , de que hacemos profesion , por el

qu al nos salvamos: veamos ahora nuestro retrato hecho

dt:

los

so.los colores de nuestros propios vicios. Sanlidad

L

2

del