DESPUES DE PENTECOSTES.
1~1 .·
por su cul pil,
y
lo que os debe consolar , es que Dios;
siempre fiel
a
sus promesas'
e
incapaz de mandaros ja–
mas cosa imposible, os proveerá en la misma tentacion
de medios abundantes para que
la
podais resistir ;
y
con
tal
que no os expongais vosotros mismos
a
la
tentacion.
ni os metais por vuestro antojo en el riesgo , Dios hará
que saqueis provecho de vuestras tentaciones: saldréis
de
ellas mas fuertes para resistir
a
las que en adelante os vi–
nieren : estad ciertos que quanto mas violentas sean las ten–
taciones que os asaltaren , tanto mas poderosos serán Jos
aux.ilios de
la
gracia con
qué
Dios os socorrerá.
El evangelio de la misa de este dia nos muestra
aún
mejor que a epístola, que nuestros pecados son la causa
a
e deb mos atribuir siempre todas las calamidades que
nos suceden;
y
que la mayor parte de nuestras desgracias
son castigos de nuestras culpas.
Yendo Jesucristo
a
Jerusalen
a
c onsumar
su grán
sa–
crificio,
y
el gran misterio de nuestra redencion , no bien
hubo puesto los ojos en aquella ciudad, quando movido
extraordinariamente
a
compasion ·sobre la triste suerte de
sus habitadores'
y
obre el deicidio que iba
a
poner el
e
mo
y
el ello
a
su reprobacion , no pudo contetler las
lágr ima :
/7idens civitátem
,'
flevit super illam.
Estas
lá–
grimas de Jesucristo en medio de u triunfo,
y
la pred ic–
cion que haLe
de , u
mue rte en
1
tiem o mi rno que todo
e] mundo le llenaba
d
bt:ndi io es
y
de aclamacione ; son
una
pru
ba la mas cierta de que conocia las cosas futuras,
y
que habia de morir voluntariamente y por u eleccion.
Esta
lágrimas no denotaban que hubiese en el · ñor fla–
GUeza alguna, indigna de
su
magestad: eran totalmente
voluntarias,
y
unas pruebas sensibles de la ternura de
su corazon,
y
de la compa. ion que le caman nu
tra ca-
1amidade • No se lee que Jesucristo derramase una
l~ri-·
ma en co o el cur o de su pa ion. El evangelio no ense–
f,a que udó sangre
y
a ua, representándose todo lo que
babia de padecer ; pero no dice que llora e : el Salvador
no d rrama lágrima
ino por nue tras d sdichas. La muer-
e de Lázaro, la de truccion de
J~rusalen,
la reprobaciou
de
l?:~
judíos; veis aquí el motivo de las lágrimas de Je–
sucrt
to.
Quia si
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quidem
in hac
die
tua,
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