DESPUES DE
~ENTECOSTES.
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quando se hallaban en ella una infinidad de gentes de to–
do~
los reynos
y
provincias. Viendo este general lo di–
fic il que era. cercar toda la ciudad
con
su exército por
la desigualdad del t erreno,
y
por la vasta extension de su
recinto;
y
no pudiendo por otra parte levantar terraplenes
contr~
los muros
y
torreones por lo escaso de la fagina,
tor
ó
la resolucion de cercar toda la ciudad con una es–
pesa
muralla,
defendida de trecho en trecho por torres
alta
y,
r eductos,
a
fin que
~os
judíos .viéndose
sin
espe–
ranza ni medio a lguno de salvarse, ni de recibir socor•
ro
de fuera,
se
viesen
en la
precision,
u
de rendirse
vo-·
luntariamente,
u
de perecer de ·hambre
dentro
de la ciu–
dad.
Traba · '
el
exército en
el
sitio
con tanto ardór ,
que
en.,ocos d
as
se concluyó
toda
la obra de
la
muralla
con
sus fortines. Miéntras que los si tiadores mataban
a
quan–
t9s sitiados se
les
presentaban, la hambre ,
quizá
la mas
horrible
que
se
vió
jamas,
desolaba toda la
ciudad. Se vié–
ron madres
que se alimentaban
con la car ne de sus
propios
hijos,
habiéndolos
primero degollado
ellas
mismas : los
hombres
por
algunos dias no tuviéron
otro
alimento que
la carne de los de su misma
especi~.
Finalmente, al cabo
de
cinco
o
seis
meses aquella
soberbia ciudad , de las
mara–
villas · del universo, fué
tomada por los romanos el ocho
de septiembre,
un
dia d_e sábado:
su
famoso templo
fué
destru ido enteramente,
y
toda
la _
ciudad arruinada , sa–
queada
y
quemada, q_uarenta años
despues
de la predic-
cion
del Sa lvador.
Josefa, que
hizo
la cuenta mas indi–
vidual de los que
peredéron
durante ·e] sitio de
Jerusalen,
d ice
qup
muriéron un mi llon .
y
cien mil
personas,
y
que –
fuéron hechos prisioneros
y
cautivos noventa
y
siete mil.
A
penas
quedáron
algunos
vestigios
de
aquella soberbia
ciu •
dad, que había
sido
la reyna del Oriente,
y
la
silla
de la
. rel igioo
de los
judíos
por
mas
de
mil
y
cien
años,
des–
de que Dav id la ·h izo
capital
de la Judea. El mismo
Ti–
to onfesó que una
virtud superior,
que
una mano
invisi–
ble le
incitaba
y
movía
a
arruinar enteramente
a
aque-–
lla
ma~ado r a
de
los
profetas' cumpliéndose
a
la letra lo
e
de
ella había -p rofetizado el hijo de Dios :
Que no de–
xarian en ella piedra sobre piedra.
Veis
aquí
quál
fué
el
funesto destino de esta desventurada ciudad por no
ha–
er querido reconocer al Salvador: · mas de diez
y
siet~
SI·