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DESPUES DE

~ENTECOSTES.

123 - -

quando se hallaban en ella una infinidad de gentes de to–

do~

los reynos

y

provincias. Viendo este general lo di–

fic il que era. cercar toda la ciudad

con

su exército por

la desigualdad del t erreno,

y

por la vasta extension de su

recinto;

y

no pudiendo por otra parte levantar terraplenes

contr~

los muros

y

torreones por lo escaso de la fagina,

tor

ó

la resolucion de cercar toda la ciudad con una es–

pesa

muralla,

defendida de trecho en trecho por torres

alta

y,

r eductos,

a

fin que

~os

judíos .viéndose

sin

espe–

ranza ni medio a lguno de salvarse, ni de recibir socor•

ro

de fuera,

se

viesen

en la

precision,

u

de rendirse

vo-·

luntariamente,

u

de perecer de ·hambre

dentro

de la ciu–

dad.

Traba · '

el

exército en

el

sitio

con tanto ardór ,

que

en.,ocos d

as

se concluyó

toda

la obra de

la

muralla

con

sus fortines. Miéntras que los si tiadores mataban

a

quan–

t9s sitiados se

les

presentaban, la hambre ,

quizá

la mas

horrible

que

se

vió

jamas,

desolaba toda la

ciudad. Se vié–

ron madres

que se alimentaban

con la car ne de sus

propios

hijos,

habiéndolos

primero degollado

ellas

mismas : los

hombres

por

algunos dias no tuviéron

otro

alimento que

la carne de los de su misma

especi~.

Finalmente, al cabo

de

cinco

o

seis

meses aquella

soberbia ciudad , de las

mara–

villas · del universo, fué

tomada por los romanos el ocho

de septiembre,

un

dia d_e sábado:

su

famoso templo

fué

destru ido enteramente,

y

toda

la _

ciudad arruinada , sa–

queada

y

quemada, q_uarenta años

despues

de la predic-

cion

del Sa lvador.

Josefa, que

hizo

la cuenta mas indi–

vidual de los que

peredéron

durante ·e] sitio de

Jerusalen,

d ice

qup

muriéron un mi llon .

y

cien mil

personas,

y

que –

fuéron hechos prisioneros

y

cautivos noventa

y

siete mil.

A

penas

quedáron

algunos

vestigios

de

aquella soberbia

ciu •

dad, que había

sido

la reyna del Oriente,

y

la

silla

de la

. rel igioo

de los

judíos

por

mas

de

mil

y

cien

años,

des–

de que Dav id la ·h izo

capital

de la Judea. El mismo

Ti–

to onfesó que una

virtud superior,

que

una mano

invisi–

ble le

incitaba

y

movía

a

arruinar enteramente

a

aque-–

lla

ma~ado r a

de

los

profetas' cumpliéndose

a

la letra lo

e

de

ella había -p rofetizado el hijo de Dios :

Que no de–

xarian en ella piedra sobre piedra.

Veis

aquí

quál

fué

el

funesto destino de esta desventurada ciudad por no

ha–

er querido reconocer al Salvador: · mas de diez

y

siet~

SI·