DE QUARESMA.
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tédere autem
a
déxteram meam
v el sintstram non est meum d:i–
re vobis
,
sed quibus pa rdtum
est d Patre meo. Et audiéntes
decem , indigndti
sunt
de du8-
bus f rátribus. J esus autem vo–
cdv it eos ad se,
8
ait:
Sr:Z–
tis quia príncipes
¡;~ntium
do–
minántur e8rum :
8
qui maj8-
res sunt
,
potcstdtem exércent
in
eos. Non it a erit ínt er vos:
sed quicúmqúe volúerit,inter v os
maj ar fieri
,
sit v ester
minis–
t er
:
8
qui volú'erit inter vot
primur eue
,
erit v ester rer–
vur. Sicut jitiur hóminis non
venit
ministrdri,
sed
miniúrd–
re,
8
dare
ánimam suam, re–
dempti8nem pro multir.
mi cáliz ; pero el sentarse
á
mi.
d iestra
ó
á
mi sin iest ra no me
pertenece
,á
mí conce? erl?
á
,voso–
tros si no a aquellos a quienes es–
tá
pre parado po.r mi Padre. Y
oyéndolo los otros diez, se indig–
náron contra los dos hermanos.
Pero
J
esus los llamó
á
sí , y les
dixo : Vosotros sabeis que los
príncipes de las gentes las domi–
nan,
y
los grandes exercen postes–
tad sobre ellos. No há de ser asi
entre vosotros, sino que el que
quiéra entre vosotros ser mr.l s
grande, ha de ser vuestro siervo:
á
la manera que el hijo del hom_bre
no vino para que le sirviesen , si–
no para servir,
y
dar su vida
pa.~
ra redencion de muchos.
MEDITACION
Del aprecio que debemos hacer de las ad'Uersidades.
.
PUNTO PRIMERO.
Considera que los cristianos solo debieran. hallar gust-G
en las aflicciones. Ningun frutó debiera ser de su gus–
to -sino el de la cruz; la sangre de Jesucristo le ha qui–
tado
to~:r
Ja
amargura. La cruz se ha hecho el árbol de
la vida ; el no gustar de un tan excelente fruto es señal
de una mala disposicion.
Si solamente se escucha el informe de los· sentidos : si
no se consulta con los ojos , con la razon humana ,
y
co11
el amor propio , las adversidades son un objeto de
hor~
ror:;
i
pero es buen juez en este
particular
el hombre ani–
mal
~
i
Que es lo que nos enseña la fe
~
i
Que nos dice
el
evangelio~
Qt:Ie fué menester que Jesucristo padeciese
para entrar en su propia gloria (
Luc.
6. )
¡
Ay
de voso–
tros, ricos, que teneis aquí vuestro consuelo!
¡
Ay
de vo–
sotros , dichosos del siglo, que vivis en la alegría
y
en
la abundancia
!
¡
Ay
de vosotros , grandes del mundo ,
á
Tom. 11.
D
quie-