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SEGUNDO
MIERCOLES
quíenes todo lisonjea!
AJ
contrario: iquereis formar idea
de lo que es verdaderamente
felicidad ~
i quereis encontrar
un hombre feliz, dice el Salvador del .mundo?
Bu:
cadlo
en las adversidades:
Beáti qui lugent.
Toda
la
relfgion se
levanta contra nosotros,
y
nos desmiente quando llama–
mos desdichas
á
las cruces.
Sin
embargo ,
i
baxo que otra
cara se miran el dia de hoy en el mundo?
Que un pagano mire una pérd id a de hacienda, un pl ey-
. to perdido ,
un
reves de fortuna como un mal , no hay
que exrrañarlo : este hombre discurre segun sus princi pios;
pero un cr istiano, ilustrado con las luces de la fe' criado
en la escuela de J esucristo , instruido en su doctrina , pue–
de
igporar que las adversidades
de
esta vida son como
las prendas de la eternidad bíeaa venturada -?
i
que las
cru–
ces son el contraveneno de las pasiones , el remedio efi–
caz contra' las humillaciones del corazon, y contra las en–
fermedades del espíritu ? ¿que todas tienen su valor , y que
las aflicciones presentes producen en nosotros , corno
ha–
bla San Pablo , un peso eterno ·de g loria , en un alto gra–
do de excelencia, mas allá de toda medida? Ved aquí lo
que · el Salvador del mundo .nos propone como un objeto .
digno de nuestra estimacion
y
de nuestro amor. Ved aquí
lo que todas las gentes cuerdas
y
virtuosas han buscado
_siempre con el mayor ardor;
y
ved aquí lo que toda
Ja
Iglesia, lo que Dios mismo estima, honra y recompensa
tan liberalmente en los fieles. Porque las cruces sean des–
agradables
á
los sentidos
i
son por eso ménos
preciosas~
Ah
! se estima
un
remedio, por mas amargo que sea:
no
se repara en lo que cuesta , solo con
que
estemos per–
suadidos
~
que puede conservarnos la vida algunos días:
la esperanza de ganar algunos reales, el deseo de conse–
guir
un empleo,
haceri
acep tar, hacen amar hasta los
pe–
ligros de los viages por ma r, hasta Jos penosos traba–
jos ·de la guerra.
El
cid o es c ier-t éHnen te el precio
de las
aflicciones padecidas con
un
corazon cr istiano: el mis- .
rno Dios quiere ser su recompensa. No hay otro camino
pa ra ir al cielo
que
el de las afl icciones; son el carácter
de
los escogido de D ios:
Jas
enfermed ades
y
la
adver–
sidad , son propiamente el tal ler donde los Amadéos , las
Isabeles,
y
todos Jos Santos lab ráron sus coronas.
i
Y
es–
~as
cruces no
tendrán
jamas atractivo para
mí~
i
No
las
mi-