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/

.

R DOMINGO

inofa

de la

reHgion ;

·y

no tie–

a copocer que por lo mismo da

necio.

En

efecto ,

i

hubo jamas

ne·

.Je

la !de

hacer chanza de una cosa

religion

~

¡Pero qué indignacion no de–

á

est.a gent-e ociosa , la mayor parte

ca–

. , en

qmenes la disolucion ha embrutecido

, debilitado la- razon ,

y

corrompido el sentido

lacer chacota de las verdades mas terribles

y

:1º

pudiera u·n pagano de nuestros mas

trem~n

..

1os

J_

i

O_ut'_

ºmdignidad oir

á

unas mugerzuelas,

_

.,J)

el mas -limita?o ,

y

que no tienen

~e

gran-

de otra cosa

que

un fondo inagotable de presunc1on

y

de

desenvoltura, disputar sobre la gracia, decidir con des–

caro puntos de religion, desechar con insolencia las mas

de las decisiones de la Iglesia!

iQue

hubiera dicho el após–

tol de esta .extravagante debilidad, de esta especie de

fa–

natismo , si hubiera visto

en

los fieles de su tiempo la

misma licencia , la misma irreligion en las

p~.labras,

que

se ve en los cristianos de nuestr0 siglo

~

Stultilóquium.

Razonamientos fuera de prop6sito , conversaciones mise–

rables

y

sin substancia, donde todo lleva un carácter

de

irreligion

y

de

necedad. En efecto,

i

que cosa mas ex–

travagante que ·sujetar

á

unas luces tan limitadas

y

tan

débiles como las del espíritu humano, que no es capaz

de

comprehendér la naturalez.a

de

una hormiga , ni de

la

hoja de un árbol los mas impenetrables abismos de Ja

divinidad, los mas obscuros misterios

de

nuestra religion,

los adorables secretos de la gracia

y ,

de la predestinacion,

y

todo lo que las celestes inteligencias se contentan con

adorar sin_comprehenderlo? Esta licencia desenfrenada

de

los particulares,

y

aun de los legos, en querer hacerse

como jueces

en

puntos ,de fe,

y

doctores supremos

en

· materia de religion,

ha

dado principio,

ha

abierto la

ptier~

ta

á

todas las heregías,

y

las mantiene

y

conserva. El

espíritu particular ha sido en todos tiempos el carácter

de los hereges : lisonjea demasiado

la

vanidad del sexo

frá- ·

gil

y

de los espíritus populares para no empeñarlos

obs–

tinadamente

en

un partido que los hace jueces en mate–

ria de religion, los eleva sobre los mas grandes doctores

de la Iglesia.

Ved

aquí lo

que engrosa

todas

las sectas,

y