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EXERCI()IOS

Dici mbre. hemos de estar faltos d zclo de nuestra salvacion

¡Oh Dios, q é d lirio es este, qué extr vagancia!

PUNTO SEGUNDO.

Onsidera , como el ze]o hace,

en parte,

el carác..

, ter de to os los que aman

á

Dios.No

hay uno

gue no d ba tener zelo de la salvacion de sus her–

manos ; como tampoco hay uno, que no pueda tra..

bajar eficázmente en la salvacion de su próximo.

~Qué

bien no puede ,

y

no d be hacer un Grande , respec–

to de sus subditos; un Superior, respeéto de sus infe–

riores ; un Padre

s;l.e

familias, respeéto de sus hijos

y

domésticos; un Amo , respeéto de aquellos sobre

quienes tiene alguna autori.dad; y hasta un particu–

l ar respeéto de todos , por la regularidad de sus cos–

tumbres , por sus buenas conversaciones, y por sus

buenos exemplos

~Cada

uno puede ser Obrero Apos–

tólico sin salir de su estado. ¡Qu / dureza, qué bar–

bárie la de aquellos que ven perderse tantas almas

á

sangre fria! Pero cuidemos, que la pasion no tome la

máscara y el nombre del verdadero zelo. El zelo de

J esu- Christo debe ser el mod /lo del nuestro. ¡Qué

sabidu ría, qué dulzura, qué paciencia en el zelo de

J esu-Christ

!

E e zelo ardien te y demasiado duro,

que dc<"eca

y

devóra todo lo que encuentra ,

y

que

derrama por todas partes la acedía y la amargura,

prueba, guan

fá"il

es engañarse en punto de caridad.

Un zelo floxo

y

demasiado indulgente , es un zelo

falso. Ee debe hacer la guerra al pecado . in u ar de

mi

rico rdia con él; pero

el

verdadero zelo se com..

p~

d ce siempre del p cador.

La

severidad no siem-

pre