SEñOR NUESTRO.
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luntariameote. El verdadero motivo de su dolor y de
su exce iva tristeza,parece era el que
preve~
que des–
pues de haber hecho tantos gastos por la
sal~acion
de
todos los hombres, habría no obstante pocos que se sal–
vasen, ·aunque esto únicamente por culpa de ellos.
Habiendose levantado J esus,se fue hácia sus Após–
toles'
a
los que encontrando todavía acosados y opri–
midos del sueño, les dixo: Vosotros dormis , y mi ho–
ra ha llegado ya: el que me ha de entregar a mis ene–
migos, ya está cerca: levantaos, y venid conmigo. Le–
xos de retirarse J esus, les salió al encuentro a los que
iban
a
prenderle: eran estos una tropa de galopos'
t
-
dos unos bribones, y
la
mayor parte criados de los Fa–
riséos y del Sumo Sacerdote, y teniendo por su Cap itan
al traydor Judas. Este apóstata, sabiendo lo mucho que
amaban al Salvador sus Discípul s, temian no saliesen
a
la
defensa , y se lo quitarán de sus manos ,
o
que
aquellos galopos r:io conociendo al Salvador, especial–
mente siend de noche, se equivocasen,
y
prendisen
a
algun otro; y así les había dicho que tuviesen cuidado
de prender al que él besaría, y que lo llevasen con mu–
cha precaucion. Luego que el traydor se adelantó hacia
Jesus, y llegó janto al Salvador, le dixo:
(a)
Maestro,
Dios
te salve, y le besó. Jesus se contentó con decirle:
A migo,
¿á
qué has v enido? :Judas, ¡con un beso entre–
gasal Hijo del hombre!
·
La sola presencia de Jesu-Christo hizo tal impre–
sion sobre aquella canalla, que quedaron t dos inmo–
bles. Conociendo el Salvador su terror , les dixo con
aquel ayre de magestad, y con aquel ton de Señor
que hace temblar
a
todo el infierno: ¿A qni /n
buscais~
a
J <¡.5 US Nazareno ' respondieron ellos: Yo soy les
(a)
L uc.
22.
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