SEfiOR
NUESTRO.
205
tad divina : solo muestra la repugnancia natural que
todo hombre tiene
a
las aflicciones
y
al dolor segun
el apetito natural ; despues de lo qual la
~arte
s pe–
rior , que es
la
racional , declara su conformidad
y
su
entera sumision
a
la voluntad divina.
Por tres veces hizo
el
Salvador la misma oracion,
siempre con la misma resignacion , sin embargo 'de
sentir en sí la mi ma repugnancia. Habiendo ido adon–
de estaban sus tres Discípulos,
y
habiendolos hallado
dormidos , se les quexó amorosamente de
la
poca par–
te que mos traban tomar en u tr isteza ¿Qué, os dor–
mis? les dixo; ¿,no habeis podido velar siqu iera una ho–
ra conmigo? Velad
y
orad para que no entreis ni cay–
gais en
Ja
tentacion; es verdad que el espiríritu es fuer–
te
y
está pronto, pero la carne es enfi rma
y
fl aca; fue
como decides: Ha pocas horas que todos queriaj s mo–
rir conmigo;
y.
quand0 me veis como en la agonía,
no tenei s ya ni fervor, ni aliento, sino que os dormis.
Quando no vemos la muerte sino de lexos,
la
desafia–
mos ; pero quando es necesario luchar con ella brazo
a
brazo, la flaqueza de la carne rinde por lo comun
a
la
fuerza del espíritu:
y
si no le pedimos
a
Dios por
medio de
la
oracion que nos fortifique contra el temor
de
la
muerte, nos acobardamos
y
caemos d baxo.
San Lucas dice,
(a)
que vino un Angel del Cielo
a
confortar al Señor. J esu-Christo teni a en sí mism
toda su fortaleza
y
todo su consuelo , para no temer
a
]a muerte que veía tan próxíma; no teni'a necesidad
d 1 minist rio de un Angel: sin embargo , quiso ad–
mitir este consuelo, así como quiso abandonarse al te–
mor
y
a
la
tristeza , para enseñar.nos con su exemplo
'
a
-
(a)
L uc.
2
I.