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I
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Y'
ID-A DE CHRISTO
la
o
ruedo de su vestido ;
y
tod os quaotos
Ia
tocaban,
quedaban al mismo instante perfeétamente sano.s.
Calviq9_, conociendo claramente que todos estos
hechos pr;aigiosos condenan visiblemente sus errores,
y
el menosprecio qu.e hace de las reliquias de los San–
tos ,
y
su c:ulto , no se contenta con acusar de su–
persticion
a
los de Genezarét, sino que tiene tam–
bien la insolencia
y
la
impiedad de condenar
la
con–
descendencia de
J
esu-Christo , en permitir que se
atribuyese
a
sus sagrados vestidos una virtud milagro–
sa , que no era propria sino de .su sagrada persona,
y
el que esperasen curar, tocando el ruedo,
ó
franja de
su~nka.
-
La gente que el Salvador había saciado milagro–
samente con los cinco panes , deseaba con ansia sa–
ber qué se había hecho ; habían visto entrar
a
los
Apóstoles en la barca,
y
sabían que J esus no se ha–
bía
embarcado con ellos;
y
así quedaron aturdidos,
quand0 su_pieron .que estaba al otro lado d,el lago con
sus Apóstoles, sin saber eómo había pasado. No du–
daron que hubiese ido
a
Cafarnaúm ;
y
desde lue–
go se encaminaron todos allá ;
y
habiendolo encontra–
do , le dixer9n : Maestro, quándo has venido aquí?
El
Salvador sin detenerse
a
responder
a
una curio–
sidad tan-inútil , les dixo :
No me buscais por los
mi~
.Jagros que babeis visto
,
sino por causa de
los panes
que habeis comido,yporqueos habeis bartado.(a)Con
esta
ligera reconvencion les manifestaba el Hijo de Dios
qual era su disposicion interior ,
y
quan interesado
era el motivo de buscarle con tanta ansia. En lugar
de mirar. mis ' milagros
cem~
obras de un Dios,
y
•
)J
•
.
1
...,
co-
(a)
Ioánn.
6.