SEñOit NUESTRO.
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decirlo así, en el ojo proprio,
y
vemos una paja en el
ojo de nuestro hermano; examinam
os escrupulosa–
mente las menores imperfecciones del p.ró . o ' exa–
geramos hasta sus menores defetlos , vemos hasta los
menores átomos, tenemos un zelo ardiente,
ya
veces
tambien inquieto, gritamos eternamente que neeesita
de reforma;
y
pasamos tranquilamente por sobre nues–
tros mas groseros defeétos. Hipócrita, quita primero
la
viga de tu ojo,
y
despues pensarás en quitar la paja
del ojo de tu hermano : si teneis zelo, empezad siem–
pre la reforma por vosotros mismos.
No te olvides jamás, que con la misma medida que
midieres
a
los otros ' se te medirá
a
tí :
haz' pues' con
los otros todo lo que quieres que los otros hagan conti–
go. Cuidado, con nu desconfiar jamás de la bondad de
tu Padre celestial; vete sin cesar
a
él con confianza,
no temas que tu importunidad le enfade, al contrario,
las mas veces
difie~e
otorgar lo que se le pide, solo por
el gusto que tiene de ser importunado. Pedid,
y
se os
dará; buscad'
y
hallareis; llamad
a
la puerta'
y
se
os
abrirá. Si no se os concede siempre lo que pedís, es por–
que las mas veces pedís lo que ha de seros nocivo: un
buen padre jamás le dará una piedra
a
un hijo peque–
ñuelo que le pide pan.
No ignoro, añadió el Salvador, que hallareis mu–
chas dificultades en la práética de estas maximas tan
saludables; quiero advertiroslo de antemano,
y
daros
al mismo tiempo los medios de superarlas. La primera
dificultad que hallaréis es el exemplo del mayor núme–
ro de los que se dicen mis Discípulos, se dirán mis
Discípulos,
y
nada menos seguirán que mis máximas
y
mis leyes. El gran número no sea jamás vues tra regla;
N
po~