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Se

m e dispensará este episodio, p br

el

santo fin

á

que s'c

di ';_je. Ojala c:l recuerdo de esa admirable y milagrosa fun–

da ·.:, n, renueve en este vecindario el fer vor de nuestros ante–

pasados, para que, visitandoá Jesu-Cristo en el lecho del do–

lor y la miseria, contemplen sin fatigar su imaginacion, los

tormentos que padeció por nosotros; y penetrados de la mas

tierna gratitud y compasion, le socorran en la persona de los

pobres incurables, que tan al vivo lo .representan.

No se sabe, si nuestro Señor J esu-Cristo hizo

á

Fray

Martin un favor semej ante; per o es indudable que le hizo

otrós mayores en premio de su caridad. El que hiz o al Pa–

dre Figueroa, tuvo por objeto el s6corrr:> perpetuo de

lo~

po–

bres incurables; pero en muchos de los que hizo

á

F ray Mar–

tín, parece que Dios se propuiO dar

a

conocer la eminente

caridad de su siervo, por lo mismo que él ocultaba cuant<l

podia,

el

ard ientísim0 amor que abrasaba su corazon, por

el

bien espiritual y corporal de sus prójimos.

Mas no obstante su disimulu, las necesidades agenas

hacian traicion

á

su humildad . Así es que, los hechos refe–

ridos anteriormente, para acreditar la s-randeza de su

y de

su esperanza, prueban tambien su heróic01 caridad.

PoTque,

como esta se dirije al bien eterno

y

temporal de todos los

hombres, las instrucciones que daba este siervo de Dios á los

ignorantes, para radica1·los en la

fé,

su eficaz zelo por con–

vertirá los pecadores, el consuelo

qu~

inspiraba

á

los atribu–

lados, sus vi vos deseos de propagar la Religion Católica en

las naciones paganas, aunque fue se

á

costa de su vida, y sus

fervorosas preces y cruentas mor tificaciones por la salvación

de todos los redimidos, confirman e1 ard iente amor de Fray

Mattin'por el bien espiritual de sus prój imos.

Pero no solo

instruia en la

y en la moral evangelica

a

los ;iár vulos,

á

los

indigenas y negros; hacia lo mismo con los Religiosos tibios,

y

poco versados en los caminos de D ios, y principalmente con

los novicios.

Procuraba que los profesos no pusiesen ni el

m enor obstaculo voluntario que les impidiese adquirir la per–

fecc ion

a

que los obligaba su estado; y que no renunciasen

su vocacion los que aun no se habían consagrado

á

Dios con

los votos R ellgiosos. Exhortaba con mucha suavidad, dul–

zura.y modestia, segun aconse,ia San Pablo en su E pistola

á

los

G álatas por estas palabras:

" Hennanos, si alguno como hom–

bre fuere sorpre11dido en algun delito, vosotros que sois espiri–

tuales, amonestad/e con espíritu de·mansedumbre;

y

tu conside,.

r4te

á

ti

mism~,no

seas tambien tentado."

Por lo cual <:ran tal,'.