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entró de lmprovlso
a
su cuarto el Padre Figueroa, y ·sin
ludarle, le dijo estas palabras:
¿Quiere U. sanar?
No he
querer Padre mio, respondió el paciente. Contestóle e
a–
dre;
pues amigo, piense en mis j1obres incurables;
y saliose de la
casa con presteza, sin hablar otra cosa. Al .oir D. Domin–
go estas palabras del Padre Figueroa, cuya estraorclinaria 'Vir–
tud era notoria, concibi
ó que tal" vez querría Dios mej orarle
por la intercesion de su
Ji.elsiervo; y habiéndole este propues–
to como medio para co
nseguir la sanidad, el socorro
á
los in–
curables, resolvió auxiliarles.
Pasados tres dias, volvió
á
vi–
sitarle el siervo
ele
Dios, y con semblante alegre le dijo:
"Ea
buen animo, Señor Jeneral, •que de hoy en ocho dias, he de ir con
U.
á
v~r
el hospital que ya corl'e de su cuenta."
Retirase el
P adre, y el enfermo quedo tan mejorado, que
a
los cuatro dias
sintiéndose sano, pidió su ropa, y se levantó de la cama con
asombro de los médicos. Cumplidos los ocho dias prefij ados,
fué
a
verle de nuevo el Padre l<'igueroa;
y
hallanclole no sola–
mente del todo libre de la enfermedad, sino tambien restable–
cido, partieron ambos
á
la casa destin ada para hospicio, y el
piadoso y agradecido J eneral dio ciento y cuarenta mil pesos,
con los cuales,
y
á
mas cinquenta mil pesos que acopió el Pa–
dre Figueroa, pidiendo limosna por las calles, se fabricó y
rentó el magnifico hospital del Refugio, del que fué Patron el
mismo benemérito J eneral D. Domingo Cueto, que con tanta.
liberalidad habia cooperado
:i
su ereccion. Aumentaronse
despues las rentas, por la cesion gratuita que Je hicieron de
sus bienes otras personas piadosas; y los incurables eran' muy
bien asistidos por el zelo de D. Domingo, y por la caridad del
Padre Figueroa. Viviendo aun D. D omingo, cedió este el
P atronato y rentas del hospital
a
Fray Domingo de la Cruz
primer Jeneral de los Behtlemitas, obligándosedichos Reli–
giosos, al cuidado y asistencia de los incurables.
El espantoso terremoto que padeció esta ciudad el 28
de Octubre de 746 derribó el magnifico hospital de Incura•
bles, y su suntuoso templo, los que des¡mes se reedificaron
por el zelo de los Religiosos, aunque no igualan ni uno ni
otro al decoro y grandeza que tuvieron al principio.
Siu
embargo el hospital tiene dos salas proporcionadas, una para
h ombres, y otra para mugeres incurables, donde les asisten
y
auxilian los Religiosos, y las personas piadosas; habiéndose
perdido sus fondos impuestos en el E stado, desde nuestra re–
volucion política, así como se han perdido en esta capital los
prineipales impuestos de todas las
Reli~iones.
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