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testigos oculares de esos prodigios, ¿qué intcres podían tener
los religiosos faltaudo
á
la verdad eu materia tan grave? Por
el contrario, debemos creer que su conciencia los obligó
á
unas
declaraciones que los hacían reprensibles por el desprecio con
que o\gunos habían visto al siervo de Dios, iusultnndole, é im–
poniéndole penitencia sin cau·sa legítima,
y
permitiéndole tra–
bajar en·la haciend11 á par de los esclavos. Todos estos hechos
maravillosos, que pasaron
á
la vista de una numerosa
y
respe–
ble comunidad, comprueban lo que aseguraron cuatro perso–
nas fidedignas, por lo que les sucedió
y
observaron ellas mis–
mas, una, de que volaba á la China, otra
á
Berbería, otra
á
Méjico
y
otra
á
Portobelo, puesto que, quien tenia poder para
volar desde el convento hasta el Cercado
y
hasta San Andres,
estando las puertas cerradas, lo tendria tambieu para ir rápi–
damente
á
lo~
paises mas distantes. Pero, como ningun cuerpo
puede estar
á
un mismo tiempo en distintos lugares,
y
á
fray
Martín se le veia en el conven to en los mismos dias
y
horas que
estaba en otras partes; es creíble, ó que, por el don de agilidad,
volaba á otros lugares,
y
volvía de ellos invisible, con tanta
celeridad que no se extrañaba su ausencia; ó que un ángel, to–
mando su figura, se hacia visible en la enfermería, luego que el
siervo de Dios se auseotaba del convento, como tornaba la de
San Isidro Labrador, cuando este oraba en la Iglesia. De este
modo, pues, el mas extraordinario, quiso Dios rnanifiestar la
sublime virtud de fray Martin en el curso de su vida,
y
de oh·o
tumbieo l'Uro, la hizo conocer en su muerte
y
despues de
ell~.