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159 :-.

•hallaba en disposicion de recibir otra ninguna.• La misma

declaracion hizo

á

un religioso que le decía llamase

á

Santo Do–

mingo, para que lo asistiese en esa hora; pue.s le contestó el

siervo de Dios: •No necesito llamarlo, porque lo tengo presen–

•te, en compañia de la, Vírgen Nuestra Señora, de su Esposo

•San losé, de Santa Catalina vírgen y mártir, y ·de San Vicen–

•te Fe.rrer, que vienen

á

favorecerme en este trance.• Comu–

nicó esto mismo el prior al sellor Virey, para confirmarle en

el concepto que tenia de fray lllartin.

Aconsejando los religiosos

á

un seglar, amigo de fray \Uartin,

que se acostase, porque, desde que se babia puesto en

c~ma

el

siervo de Dios, no se apartaba de sn lado; antes de acceder

á

las instancias de los padres, se acercó al lecho, y queriendo des–

pedirse de su amigo, por si acaso falleciese en esa noche es–

tando él dormido; viéndolo con la espalda hácia fuera, le dió

un ósculo en la cerviz. Alzó entonces fray l\Iartin el brazo, y

tendiéndolo sobre la cabeza

y

cuello del amigo, lo estrechaba

tanto, que le excitaba copioso sudor; y, al mismo tiempo, peFci–

bia el seglar que exhalaba el cuerpo del siervo de Dios un olor

suavísimo

y

fragaute, que jamás babia olido, lo qne le conseló

sobremanera.

lllandóle tambien el prior, con precepto de obediencia, que

le respondiese

á

cuanto le preguntase. En primer lugar le dijo: ,

·dígame, para gloria de Dios

y

edificacion de los prójimos, si es

verdad que se ha disciplinado tres veces cada dia,

á

imitacion

de nuestro padre Santo Domingo?• Tembláronle al siervo de Dios

todos sus miembros,

y

obligado por la obediencia, declaró que

·eu cierto lo que se le preguntaba; pero que era grande peca–

dor, por lo que suplicaba

á

su paternidad supendiese el precep–

to que le babia impuesto de obedienaia. El prelado se babia

propuesto exigir de él una fiel relacion de las mercedes que

babia recilíido del Señor; pero, viéndole tan afligido

y

con–

turbado por la primera pregmlta, se abstuvo de hacerle las de-·

mas que pensaba, conociendo precisamente que no convenía

reparar en ese trance, tal vez con peligro del moribundo, la

omision de no haberle sometido

á

un rigoroso exámen, mucho

tiempo antes de su fallecimiento.

A la verdad, quien se halla en esa última hora, decisiva de su

eterna suerte, no debe traerá consideraéion sus ejercicios pia–

dosos, porque ignora si han sido aceptos á Dios;

y

porque su

voluntario recuerdo puede inspirarle una vana confianza.–

por eso fray l\lartiu, sin embargo de que se le babia revelado

la hora de su tránsito,

y

tal vez el feliz anuncio de unirse

ete~name nte con su Dios, por lo que vistió un habito nuevo, mam-