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-too-

dud as

y

cle enemigos; ni en las leyes que no h acen.; ni en el

le~ islador

a

quien .Le–

m en

y

d es pl'ecian. No viendol a poes en ningnna p arte, se concentnm en

un

egoisrno estrecho

y

mcuro . Escapand tal vez

ii

las preocupaciones, sin recono–

ce r el imperi o de l a razon; sin el patriotismo insti ntivo de

la

monarquia, ni

el

p a triotismo reilexi vo de la republica :-se pa ran entonces los hombres entre uno

y

otro en medio de la confusion

y

d e las miserias.

Que hace r en semejan t e estado? Re t rogadar, como pretenden en

su m1-

sericord ia infinila nuestros gratuitos con egeros franceses, como

l a Paix,

a

eso

que d enominan nues tras antigua s

y

anchas

libertades municipales?

Pero

aun cuando esa miserable ironia doctrinaria , fuese vna amonestac ion seria

y

fundada ,

c

se ig nora acaso que los pueblos se hallan tan l ejos d e voher

a

los

iiCDtimientOS d e }a juventud COIDO l os hombres de

~Ornar

a

los inocentes pla–

ceres de s u edad primera? No: mil veces no . Es preciso camin:ir acia adelan–

te ,

apres~randose

a

reunir,

ii

los ojos d el puebl o, el interes indiddual

y

el in–

t eres del pais. E sto es cabalmente, segun me imagino, lo que ban procurado

·hacer n uestros l egisladores.

l\IIe hall o cie1·tamente mui ageno de pretender 'que, para ll egar

ii

este resul–

tado, d eba concederse repentinamente

a

todos los hombres el egercicio de los

Clerechos politicos. Pero espero rue p e rmi ti ran las Corte de

1837

les di ga:

que

el m edio mas pode roso '

·y

tal vez el un ico ' que nos qu eda para in lere•ar

a

los espai'iol es en

la

suerte d e la

p~tl'ia ,

es h acerles partic ipa r en su gobierno .

En

n uestros di as cl espiritu de cim1ad (") me parece inseparable del egercicio de

los d erechos politi cos;

y

pi euso que de aqui en ndelante se vera aumentar

6

aisminuir en Espana el n umero de los ciuda d a nos, pro porcionalmente

a

la

ex–

tension de esos d e rechos. En l as circunstanci ns de l a Europa constitucional,

e5

fn eneste r saber tomar un partido, osando escoger entre el patriotismo de todos,

Y

el gobie1·no de pOCOS: porque no puede reunirse

a

la YeZ

]a

fuerza

J

acti–

vidad que cl a el primero, con las garantias de tranquilidad que algunas

veces

proporciona el segu !1do.

En

medio de l os m al es e inconvenientes de l a democracia, que dejo atras

:ipuntados;

y

repitiendo mi conviccion d e que esa forma d e gobierno es ab–

aolutamente ina plicaLl e

a

L:1s nac iones Europ eas de nuestro siglo: cs precise

confesar que ex iste en los Estaclos -Unidos de Ame rica una cualidad preciosa

Y

envidiable, que serla d e ambicionar se aclimatnse entre nosotros . Alli, el hom–

bre d cl pueblo ha concehido una alta idea d e los d erec hos politicos' porque

(

*)

'7r0Al5 ,

'TfOAlTEla ,

Ta 'TfOAITIXa

,

es l a expresion que

Rbrnza el

fon<lo Y l a fo rma. Ciu,l acl en e s t e sen ti<lo es e l a g r e gatlo politico de los ciudadanoM;

Ro la reu1 ion de e<lificiolil qu .: forman uua gran 11oblncion.