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ENTRETENIMIENTOS
nos enseña que somos obra de un Dios.
En efecto, Aristias, ningun tnedio tiene
el alma mas capn de moverla, que el amor
á
Ja gloria: otro tanto mas sublime ,quanto
Je
complace mas
el
encontrar obstaculos, y com–
bates. ¿Por quantos
triunfo~,
alcanzados so–
bre las mas atrevidas, é irn\>eriosas pasiones,
no se ha ilustrado? ¿Por ventura os podré
numerar todos los hombres grandes, a q uie–
nes ha hecho despreciar Jos encantos del pla·
cer, y amar Ja pobreza? P• rece que en toda
suerte nos separa el amor de la gloria de no–
sotros mismos. Nosotros nos olvidarnos por
una suerte de encanto, dispuestos
á
sacrifi–
carle nuestra propia vida por un género de
éxtasis, que se apodera de nuestra alma,
y
Ja embriaga con la imagen de una dichosa
muerte. D espues de C odro , ¿quantos hé–
roes han sido víctima generosa de esta opi–
nion?
Sócrates, que conocía muy bien
el
cora–
zoo hu111ano , no se
contentaba
para excitar
á
Ja virtud con demostrar, que ,nos hace
fe–
lices , y lleva en sí misma la recompensa.
Ternia, que mas eloqüentes que él las pasio–
nes, cerrasen los oídos de sus discípulos
á
la
verdad , ofreciéndoles algun placer presen–
te; y así para hacerlos atentos, y dóciles, les
enseñó el amor
á
la gloria. Por esto se for–
maron en su escuela los 1I1ejores hombres,
que