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se en una celda que cerraba con llave, propo–
niéndose divulgar su secreto tan sólo cuando ya
fuese un hecho realizado. La vida íntima de estos
cuatro socios se pasaba eq esperanzas estériles y
en gastos crecidos en la realización de un desig–
nio que,
á
juicio de Guttemberg, tenían interés
en oct: ltar
y
que los animaba con las más seduc–
toras esperanzas. A fin de mantener en el ma'yor
disimulo sus ensayos,
á
aquellos que los interro–
gaban sobre sus proyectos, contestaban que se
ocnpaban en la fabricación de espejos
(spz'egelma–
chers).
Pero es el hecho, que habiendo GuHem–
berg agotado el dinero que recibió de sus socios
sin haber llegado aún
á
tdngún resultado favora–
ble, les pidió una nueva cantidad de fondos, la
que le fué entregada
á
condición de participár
ellos completamente de los beneficios del nego–
cio, inclusa la gloria de inventor, á lo que Gut–
temberg accedió apremiado por la urgencia de
recursos, desapareciendo su nombre Lle la asocia–
ción
y
quedando de hecho, se puede decir, co·
mo uno de los operarios de su taller.
En este intérvalo, antes de estar concluidos to–
dos los requisitos para principiar
á
imprimir, fa–
lleció Dritzc hen, el principal de los socios
y,
se
gún parece, el único hombre de bien entre los
tres, por lo que, desconfiando Outtemberg de la
buena fe de los otros dos, deshizo las formas y des–
pués las letras,
á
íín de que
su~
ensayos no fuesen
descubiertos¡
y
es de advertir que su sospecha fué
justificada por la conducta de sus compafteros, que
luego lo embrollaron en un pleito para disputarle
la anterioridad de su invento y la propiedad de su
obra, en cuyo juicio se vió atribulado por el cú–
mulo de pregun tas que le dirigieron los
jueces,
que d eseaban conocer su nuevo invento. Fe–
lizmeete el pleito
terminó de un modo favorable
para él, con la disolución de la sociedad.
Luego, en 1437, experimentó . Guttemberg
una